
Altriman HD 2014
Me levanto el sábado a las seis de la mañana. Hace frío. Voy al baño, intento ponerme las lentillas, y, oh, mierda, una se rompe. Dichosa Ley de Murphy. Me va a tocar competir con gafas de culo de botella. ¡Bravo, Diego! Asomo la cabeza por la ventana y no veo más allá de cinco palmos. O alguien ha pintado de blanco los cristales mientras dormíamos, o hay una niebla de mil demonios. Lo que faltaba. Me visto enfurruñado y bajo a desayunar con Alex y Virginia: zumo de naranja, vaso de leche y dos croissants con nutella. Se les da bien esto de la panadería a los franceses, oye.
Reviso la bicicleta por última vez y marchamos para el lago. La niebla comienza a disminuir poco a poco, aunque da la impresión de que va a hacer un frío del doce en cuanto entremos en el agua. Alex me cuenta historias de ediciones pasadas que parecen sacadas más bien de la crónica del desembarco de Normandía. Visto el percal, decido ponerme solo bañador de competición debajo del neopreno y así tener seco el trisuit para el tramo de bicicleta. Vemos salir de la natación a los últimos del Altriman. Han empezado a las seis menos cuarto de la mañana: llevan dos horas en el agua. Y lo que les queda por delante.
Va llegando el resto de gente del club. Nos hacemos las pertinentes fotos de rigor y escuchamos el breafing: una sola vuelta de 1.900 metros. Me da pereza meterme en el agua. De hecho me da pereza todo. Pienso que sólo tengo el trisuit, los manguitos y las compresivas para el tramo de bicicleta, y se me cae la moral a los suelos. Hace para ir vestido completamente de invierno, cubrebotas incluídos, y yo voy casi a pecho descubierto.
Antes de entrar al agua, Rafa me dice "ten cuidado al entrar, recuerda que estamos a 1.500 metros de altura, te va a faltar el oxígeno". Ya me veo chapoteando en medio del lago y a los de protección civil viniendo a buscarme. Remata con un "es que es duro, este es el único triatlón en el que he abandonado", y entonces ya pienso que lo mejor sería fingir una lesión de tobillo. Ay, he pisado mal, mierda, no puedo moverme, vaya, no voy a poder competir, una pena, tú. Y para el hotel tan ancho.
Pero no, dan la salida y me tiro al agua, escorado a la izquierda tratando de aprovechar la corriente en dirección al interior de lago. No está tan fría como parece, y me noto cómodo braceando. Me llevo la patada de rigor en la cara (una en cada triatlón, no está mal), y voy ganando posiciones una vez me adelantan los animalacos. Procuro alargar la brazada y dar golpe de cadera. La verdad es que voy fácil. Llegamos a la primera boya y ni me he inmutado. Estoy disfrutando. Enfilamos el camino de vuelta y trato de poner en práctica las pautas de total inmersion. Compruebo que funcionan y adelanto gente. Nada de cansancio. Salgo del agua en 38'50" con muy buenas sensaciones. Voy para boxes tranquilo, repasando mentalmente lo que va a ser la transición.
Me paro en los servicios y pienso que no está nada mal tomarse la transición con calma. Veo bastantes bicis en boxes, así que he salido bien. Me cambio tranquilamente: trisuit, manguitos, dorsal, calcetines, guantes... Llegan David y Virginia. Yo sigo a lo mío. No me funciona el pulsómetro, así que me lo quito. David se marcha en un santiamén, mientras Virginia se queja de que le ha dado un calambre y hace estiramientos.
Salgo a la carretera. Me sientan bien los manguitos, que me dan calor. Cojo buen ritmo en plano, unos 36kms/h. Voy adelantando gente. ¡Qué bonito es ir acoplado, aunque dure poco! Empezamos a subir Col de Quilliane. En teoría es fácil: 300 metros de desnivel en 10kms. Pienso que es dos veces Forat del Vent. Voy a buen ritmo, incluso en plato grande, y continúo adelantando. Paso a David a mitad de recorrido. Me encuentro fino y empiezo a albergar esperanzas de hacer una buena carrera. Pero poco dura la alegría en casa del pobre. Al llegar arriba del puerto, comienzan los problemas: el tramo de bajada, largo, de casi doce kilómetros, es por una carretera estrecha con muchísima gravilla. Las chinas del camino se me clavan a la cubierta de la rueda. Me entra miedo a derrapar y a pinchar, así que empiezan a adelantarme todos los que había pasado subiendo, incluido David, y más gente que viene por detrás como unos locos.
Voy agarrotado en el manillar y empiezo a tener frío del viento. Solo quiero que vuelva el tramo de subida y comienzo a pensar que me quedan 75 kms de sufrimiento por delante: si no estoy quejándome subiendo, voy a estar quejándome bajando. Liada parda.
Al comenzar la subida de Col de Creu, oigo a Joaquín por detrás. En mis cábalas yo era el último del club -en ese momento- pero resulta que no. Coincidimos un rato juntos, adelantando a la gente que me había pasado bajando. Llega un momento en que me descuelgo. Yo a lo mío, que no hay prisa. La subida se hace larga. Voy en plato pequeño y piñón grande. Miro hacia arriba. Veo unas casas pequeñas, pequeñas, allá en lo alto. Madre de dios como haya que subir ahí arriba. Para rematar, comienza a llover. Empieza la batalla mental, aparte de la física.
Vuelvo a pasar a David al llegar al pueblo de Railleu. Sin razón aparente me encuentro un poco mejor y vuelvo a ir adelantando gente. Aún queda la mitad del puerto, y sobre todo queda lo más duro: dos kilómetros y medio para coronar con un desnivel del diez por ciento. Pienso que estamos en el segundo puerto, que ya hemos pasado dos tercios del recorrido de montaña, y que tras el descenso, sólo quedan ocho kilómetros de subida. ¿Qué es eso? Chorradas.
Corono junto a dos catalanes, que me dicen que las rampas del siguiente puerto son como este último tramo de Col de Creu, pero todo el rato, así que todo el trabajo de autoconcienciación y psicología se me va al suelo. Hale, a sufrir más, cojonudo.
La bajada es por una carretera nacional, y aunque hay tráfico y el suelo está mojado, se va bien. En un momento dado, escucho a Gregory por detrás. Joder, ahora resulta que he salido el cuarto del club del agua detrás de Moreno (por descontado que Borja y Alex saldrían los primeros). Vamos juntos un par de kilómetros. En un tramo de tráfico no puedo adelantar y le pierdo. Voy cómodo al ritmo que llevo, y ya me va bien descansar las piernas, que las noto doloridas del esfuerzo. Me preparo para la subida a Querigut, pero no lo suficiente. Sin solución de continuidad, se empalma la bajada de Col de Creu con la subida a Escouloubre les Bains: tres kilómetros al doce por ciento. No me da tiempo a cambiar a plato pequeño, y tengo que echar pie a tierra para no caerme. Chachi. A ver quien se sube de nuevo a la bicicleta y encaja los automáticos con este desnivel. Afortunadamente me vienen a echar una mano unos espectadores que estaban en la siguiente curva. La pendiente es de locos. Pongo a parir a Carla Bruni, a Pasqual Hollande, a Ribery, Sarkozy y la pantera rosa. Y ya de paso a la organización del Altriman. Panda de enfermos. Vale que vuestro eslógan es "el ironman más duro del mundo" pero coño, un poco de sensibilidad, ¡que esto es hacer sufrir por sufrir, hombre!
Encuentro mi ritmo y voy descontando kilómetros. Son ocho, pasados los tres primeros, se hace más fácil. Llegamos a Carcanières. Avituallamiento. Sin pararme, pregunto que cuánto falta y me dicen "allez allez, dos kilómetros, allez allez" (léase con acento francés).Giro a la derecha y hay una rampa larguísima y atroz. Veo por delante a gente haciendo eses en la carretera, tratando de no caerse al suelo. Me autoimpongo no hacer lo mismo. Me pongo de pie, marco el ritmo, y me lo tomo con algo de filosofía. Pero es horroroso. Me dan ganas de bajarme de la bicicleta y mandarlo todo a tomar por culo. Que se metan el Altriman por donde les quepa. Me estoy destrozando las piernas y aún queda una media maratón de montaña por delante. ¿Estamos locos?
Corono. No sé cómo, pero corono. Bajada, por fin. Kilómetro 75. Quedan 17 más o menos planos. Me doy cuenta, al sentir un calambre en el estómago, de que apenas he comido: solamente un gel y una barrita en un avituallamiento, con algo de bebida isotónica. Mis dos bidones están casi inmaculados. Mal.
Los últimos tres kilómetros se me hacen largos. Solo quiero llegar, dejar la bici y descansar un rato antes de empezar la carrera a pie. La estudio mentalmente, sabiendo que lo duro llega a partir del kilómetro diez. Pese a todo el sufrimiento que llevo encima, voy a acabar, aunque sea andando.
Llego a boxes. Han pasado 4h20' desde que salí. Hago la transición más larga del mundo mundial: me como unos cacahuetes que tenía, viendo a gente entrar detrás de mí. Me apoyo incluso en la barandilla donde cuelga la bici. Si me hubiera traído una cerveza, habrían hecho de mí el hombre más feliz sobre la faz de la tierra. Me calzo las zapatillas, paso de nuevo por el servicio y paro en el primer avituallamiento, nada más salir. Vaso de cocacola y dos gominolas. Empiezo a correr. Me noto bien, a ritmo de 5'15". Ya lo compro. Significaría hacer la mitad del recorrido, la plana, en 53'.
Me paro en el avituallamiento del km 3'5. Por el camino me he cruzado con Moreno, con Joaquín y con Gregory, que me saca un kilómetro, más o menos. Marco la estrategia de parar un minuto cada dos avituallamientos. La gente vamos ya muy desperdigada, no hay grupos. Es cada uno con su sufrimiento, y dios en el de todos.
En el nueve comienzan las rampas de subida al pueblo. Solo pienso en Judit y en encontrarme con ella. Hasta he guardado una gominola en el avituallamiento del siete para dársela. Al entrar en Les Angles, en un rampa de unos 100 metros al 11%, mis piernas dicen "basta" y se ponen a caminar sin que yo les diga nada. Giro a la izquierda y al final de la subida (otros 5o metros) está Judit esperándome. Llego trotando (o lo que sea que se puede hacer a ritmo de 8kms/h con ese desnivel), la beso y me acompaña al avituallamiento, que estaba al lado. Le doy su gominola y me centro en los frutos secos, el agua con gas, la cocacola, el chocolate y los gajos de naranja. Todo lo que no he comido en el tramo de bicicleta, me lo estoy zampando en la carrera a pie, y me está sentando divinamente.

Judit me informa de cómo va la carrera: "ahora viene una rampa mortal, todo el mundo la está haciendo andando; Borja iba como un tiro, de los primeros, y Alex también". Me acompaña corriendo medio kilómetro, incluida la dichosa rampa, que hago corriendo (pa'chulo yo). Nos despedimos a la puerta del hotel (anda que no entran ganas de ir a la habitación a descansar aunque sean veinte minutos), y continúo. Viene un kilómetro casi plano por el pueblo. El cuerpo no me da para mucho, voy a seis minutos por kilómetro. Queda lo realmente jodido, el premio gordo, la gran broma final: una pared de 160 metros de desnivel en apenas 1'2kms. En cuanto empieza, combino 50 metros corriendo con 50 andando. El avituallamiento se ve allí arriba, pero no llega nunca. Tardo más de catorce minutos en hacerlo. Arriba me cruzo con Joaquín. Llevamos seis horas y cuarenta minutos. Le hago coña sobre los percentiles, chocamos las manos y continuamos. Si aprieta un poco, le cuadro el tiempo. Me quedan dos kilómetros y medio de bajada, hasta Estany de Vallsera. Justo a la vuelta me cruzo con David. Nos paramos a hablar. Estamos destrozados. Lo comentamos. Me ofrezco a esperarle (apenas le sacaba medio kilómetro), pero dice que no hace falta. Así que tiro otra vez para arriba.
Virginia me había avisado de que la vuelta, con sus cien metros de desnivel, era un dolor, así que me lo tomo con calma. No sé muy bien cómo, pero me mentalizo, me encuentro un poco mejor, y la hago toda corriendo, sin parar. Adelanto a cuatro o cinco personas. Arriba está Rafa, haciendo fotos. Me acompaña cien metros, hasta el avituallamiento, y tiro para abajo. Ya está. No queda ni un puto metro de subida. Estamos acabando.
Al llegar a la rotonda del pueblo, está de nuevo Judit esperándome. Me anima y acompaña hasta que llego a la rampa de entrada al polideportivo, donde espera el resto de la gente del club. Aplausos y alegría inmensa. Lo hemos conseguido. Entro, subo los tres escalones hasta el escenario (hay que ser muy cabrón para poner tres escalones al acabar), y cruzo meta. Siete horas y treinta y cinco minutos. Empecé a las nueve menos cuarto de la mañana y acabo pasadas las cuatro de la tarde.
Fotos con la gente del club, comentarios entre todos del sufrimiento pasado, y a descansar un rato en el hotel.
De la tableta de chocolate, la calzone, la media pizza de queso, las dos cervezas y el magnum que vinieron después ya hablaré otro día.