Bilbao Triathlon 2015
Bilbao Triathlon 2015

Bilbao Triathlon 2015

La gran mayoría de los mortales recordará el sábado 30 de mayo de 2015 por el gol de Messi yéndose de Balenciaga, Rico y Laporte. Los que amamos el triatlón lo recordaremos por el primer podio de Fernando Alarza en unas series mundiales. Y unos poco afortunados, unos quinientos, lo recordaremos también porque se disputó una nueva edición del Bilbao Triathlon. La quinta, para ser más exactos.

No voy a ponerme a lo Manuel Jabois hablando del astro argentino para alabar el half que preparan en la capital guipuzcoana los amigos de Innevento -principalmente porque para ponerse como él habría que escribir de puta madre- pero algo tendría que hacer. Porque ya en el segundo párrafo os lo adelanto, ayer sufrí como una perra, y en mi línea, y como le anticipé a Gonzalo Marchena hace unos días, hice un ridículo guapo. Pero una vez entré en meta, recogí la medalla, medio besé a Judit (ya bastante, con el asco que damos los triatletas al acabar una prueba, valientes ellas que nos abrazan y quieren) me cisqué un bollo de chocolate y empecé a coger aire, dije sin dudar: este triatlón está de puta madre. Y vive dios que voy a hacerme asiduo por los tiempos de los tiempos, amén.

Amaneció un sábado espléndido, despejado, con veinte grados, con las calles bilbainas engalanadas. No por el triatlón, seamos francos. Por el fútbol, sí, pero afortunadamente el ambiente de fiesta es exportable. Si la noche antes estaba nervioso y deseoso de empezar, a las once de la mañana, a punto de entrar en el box, estaba exultante. Meses y meses de espera para llegar por fin a la temporada de triatlón de verdad, la de chicha, la de tirarte horas seguidas compitiendo. Recojo dorsal, me marcan brazo y pierna, me acerco al taller mecánico y pido que me hinchen bien la tres palos trasera. Reviso mentalmente las transiciones, ordeno casco, zapatillas, gafas y marcho de paseo con Judit. Quedan dos horas por delante de tranquila espera.

Bilbao Triathlon

A la una y veinte me embuto en el neopreno. Tengo muchas ganas de la natación. Los días previos he estado haciendo muy buenas marcas en piscina (a ritmos de 1'30" en tiradas de 300 con el neopreno puesto) y es el momento de demostrar que los entrenamientos han servido para algo.

Dan la salida y avanzo por el lado izquierdo, el más largo. En teoría son 900 metros a contracorriente y 1.000 a favor, aunque en la práctica apenas había diferencia. Los primeros diez minutos voy muy cómodo, sin golpes aunque me encuentro con bastante tráfico. Quisiera adelantar, pero no hay espacio material. No será hasta llegar a la boya que se despeje el camino y me permita tirar para adelante. Tomo como referencia a un maromo con un neopreno orca openwater que le va dando zapatilla, y nos dedicamos a avanzar. Termino saliendo del agua en 32'27" con ganas de más. Buen síntoma para Frankfurt.

Transición en 2'23". Me subo a la bicicleta y algo raro pasa. Vibra demasiado, no es estable, trato de incrementar ritmo pero aquello no tira. Nada más salir hay una rampa buena hasta el barrio de Begoña, y no encuentro el momento de bajarme de la bici para revisar qué cojones ocurre. Al final, pasados ya doce minutos desde que salí de la transición, encuentro un tramo plano en el que descubrir que la rueda trasera, la tres palos, va completamente deshinchada. Algo debió de pasar en el taller tres horas antes, que la hemos jodido bien.

Paso por las cinco fases del duelo en apenas veinte segundos. Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Paro el reloj, pienso cómo explicárselo a Javi, cómo encontrar a Judit cuando -en teoría- faltan cinco horas para acabar, me subo de nuevo a la bici y de dirijo al punto de salida con sumo cuidado: con desnivel negativo aquello tiembla como panacotta. Llego a la transición -aún quedan rezagados saliendo- y de pronto me acuerdo del taller: lo mismo aún está el hombre. Tiro hacia allí... y efectivamente, está. Recogiendo bártulos, pero está. Le cuento lo que ha ocurrido, piensa un instante, me mete espuma antipinchazos, da aire, probamos, y la rueda como nueva.

Volvemos a la casilla de salida.

Me hincho de orgullo. A tomar por culo Kübler-Ross. He venido a Bilbao a hacer un half, y por mis santos huevos voy a hacer un half, aunque acabe el último. Subo las rampas que antes subia sumido en el pánico con ganas y rabia, adelantando gente. Somos muy pocos y sé que voy a hacer los 95 kms sin apenas encontrarme tráfico por el camino, pero me da igual. Alcanzada la primera cima pedaleo a ritmo, 33kms/h, aunque obviamente la media acumulada es lamentable. Pega algo de aire, pero no duelen las piernas.

A los veinte kilómetros noto que me aburro. Efectivamente, voy por un desierto triatleta en el que apenas hay motivación. La masa crítica me saca veinte minutos de ventaja. El único reto es acabar. Aun así, sigo. Me tropiezo con las primeras rampas de Vivero -desnivel del once por ciento-. Me arden los cuádriceps. Plato pequeño, piñón grande y me pongo de pie. Son seis kilómetros jodidos y -lo peor de todo- habrá que subir por ahí otra vez.

Bilbao Triathlon

Foto: Basajaun Photography

¡Aupa Diego! ¡Aupa Diego! ¡Aupa Diego! La gente, en la cuneta de la carretera, anima, me vende la moto de que la cima está a la vuelta, en la siguiente curva, y yo me invento historias y pienso en Frankfurt para tratar de abstraerme. Me da miedo la bajada. Con viento la tres palos genera mucha turbulencia y no quiero acabar con la clavícula rota en el arcén. Pero todo es infundado: la bajada es maravillosa; sin tráfico y con curvas abiertas me pongo acoplado a 55kms/h con una facilidad inusitada. Disfruto.

Enlazo la segunda vuelta alcanzando gente. Tengo la sensación de que los siguientes 45 kms se me van a pasar volando, y efectivamente así es. Voy la mayoría del tiempo acoplado y sin bajar de 30kms/h. La verdad es que en condiciones normales, este es un recorrido para hacer rápido. La subida a Vivero no me pilla desprevenido y la hago a ritmo, con ganas. Me encuentro bien y una vez que llegue a la T2, el half estará hecho.

Llego. 3h42'. Lamentable, sí. Pero he llegado.

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Foto: Yolan de Sope

Comienzo a correr y me noto ágil. No duelen las piernas. Hay muchísimo ambiente prepartido y da gusto correr entre tanta gente, que aparte no para de animar. Miro el pulsómetro. Estoy yendo a 4'20". Quieto parao, Diego, que quedan veintiún kilómetros por delante. Bajo ritmo hasta estabilizar en 4'55". Me imagino adelantando gente y recuperando todo el tiempo perdido en la bicicleta. Alcanzo los 5kms en 25'10", me cruzo con Judit, me besa, sigo corriendo.... Y de pronto algo falla en mi interior y me hace reducir el ritmo hasta casi los 6'00" por kilómetro. Me doy cuenta de que no me apetece correr, me da pereza pensar que aún quedan 16 kilómetros por delante. Me siento como Artax en el Pantano de la tristeza y corro por inercia. Uff, qué duro va a ser. Pero macho, hay que hacerlo. Zarautz tiene veinte kilómetros, Frankfurt cuarenta y dos, todos los triatlones tienen su tramo de carrera a pie.

Bilbao Triathlon

Así que me dedico a correr por el mero hecho de avanzar. En la segunda vuelta noto algo de recuperación tanto moral como física y hago kilómetros a 5'15" -con las palabras de Javi sobre que ese ritmo es de ir desfondado repicando en mi cabeza- pero en la última, la tercera, me dejo literalmente llevar. Tengo claro que no quiero parar a andar, ese es el único objetivo, pero voy a un ritmo lamentable, rozando el 6'20". Me duele la rodilla y los tibiales. Seguro que hasta en ese momento sufro cefalea, migrañas, gripe aviar y disfunción erectil.

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Foto: Yolan de Sope

Pasan los kilómetros y me pasa gente. Llego al diecinueve, me animo, y me vuelvo a poner a ritmo de 5'15". Entro en el 20, pegado a la ría y al puente, con la acera abarrotada de camisetas y bufandas del Athletic que no paran de animar. Es impresionante, me emociono y aprieto. Entro en meta en 6h02', dos horas después de que lo haga Gustavo Rodríguez, ganador de la categoría masculina.

Pero da igual. He acabado. Tengo mi medalla y el orgullo de no darme por rendido. Y las ganas de que llegue 2016 para saldar una cuenta pendiente en el VI Bilbao Triathlon.

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