¿Qué datos debo usar para medir la intensidad de un entrenamiento?
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¿Qué datos debo usar para medir la intensidad de un entrenamiento?

En los últimos años Kristian Blummenfelt, Gustav Iden, Arild Tveiten, Olav Aleksander y compañía han conseguido muchas en el mundo del triatlón: varios campeonatos del mundo, un oro olímpico, algún que otro récord, triunfos en IRONMAN...Pero, sobre todo, han conseguido una cosa, que cada día se hable más de datos.

Con la ciencia al servicio de la Selección Noruega, los datos parecen ser los nuevos reyes del triatlón en un momento que algunos, como Lionel Sanders, han calificado como "la época dorada del triatlón".

Números y más números. Ahora parece que la clave del éxito es medirlo todo. Dicen que una de las claves los Noruegos ha sido medir la intensidad del entrenamiento para saber qué tan rápido pueden ir sin poner en peligro la siguiente sesión.

Gustav Iden
Foto: Gustav Iden / Instagram

Sin embargo, también hay deportistas que han demostrado que se puede alcanzar la cima sin volverse demasiado obsesivo. "Tener datos de entrenamiento está bien, pero no hay que obsesionarse con ellos", ha llegado a decir uno de los mejores atletas de la historia.

Y los aficionados, ¿qué pasa con nosotros? ¿Debemos o no debemos ser esclavos de los datos si queremos mejorar nuestro rendimiento? Los Noruegos analizan hasta sus heces, ¿qué datos deben preocuparnos si queremos ser mejores triatletas?

Antes de seguir avanzando, permitidme matizar algo: todos los aficionados observamos con atención cómo trabajan los atletas profesionales y tratamos de aprender de ellos y sus métodos, pero las "distancias" entre ellos y nosotros son enormes y las comparaciones odiosas.

Todos queremos ser mejores cada día, pero no podemos jugar a ser Blummenfelt.

El reto de medir la intensidad en un entrenamiento

A la hora de medir la dureza de un entrenamiento hay muchas variables que entran en juego: duración, distancia, tipo de ejercicio, intensidad...De todas estas, la última es, quizá, la más "complicada" de determinar para un deportista.

¿Cuántos de nosotros nos pasamos de rosca en entrenamientos en los que no deberíamos? Ni los GPS, potenciómetros o pulsómetros nos libran de liarla en alguna ocasión.

¿Por qué sucede esto? Porque, pese a tener la tecnología a nuestro alcance, medir la intensidad es realmente difícil. Hay muchos factores que influyen que dan como resultado situaciones muy cambiantes.

No es lo mismo entrenar en un terreno montañoso que en una pista de atletismo, o hacerlo en invierno que en verano. El pulso a 8º no puede ser el mismo que a 26º, aunque vayas al mismo ritmo.

Y no sólo eso, incluso en días similares, con condiciones -a priori- idénticas, un mismo ritmo se puede percibir con esfuerzos totalmente diferentes.

Ni los medidores de potencia han podido dar solución a esos problemas. Hay días en los que simplemente no vamos y nos cuesta pedalear a un 60% del FTP. Quizá por eso algunos, como Kilian Jornet, han optado por hacer del entrenamiento por sensaciones un buen aliado.

En la variedad está el gusto

La clave para abordar estos problemas pasa por abrazar la variedad de datos que tenemos a nuestro alcance, dejar de confiar en una sola variable.

"Triangular la medición del esfuerzo", explica Darian Silk en Triathlon Magazine. Uno de los vértices de ese triángulo debe ser una medida objetiva de la producción de trabajo. El ritmo, la velocidad o la potencia son las opciones en función del deporte que hagas y de los dispositivos que tengas.

Otro vértice debe ocuparlo una medida objetiva de la respuesta del cuerpo a ese ejercicio. Lo más lógico es pensar en la frecuencia cardíaca por su fácil accesibilidad, pero, para aquellos que tengan oportunidad, la concentración de lactato en sangre ayuda a jugar en otra liga.

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Foto: Envato Elements

Y, por último, Silk, entrenador de triatlón, apunta a una medida subjetiva de la carga de trabajo relativa. Es decir, un dato con el que el propio atleta evalúe la intensidad de su trabajo. ¿Has oído hablar de la Escala de Borg? También conocida como "percepción subjetiva del esfuerzo" o RPE, esta variable mide el esfuerzo en una escala del 1 al 10, en la que el 1 representa "cero esfuerzo" y el 10 "máximo esfuerzo". Puede parecer demasiado simple, pero su utilidad para controlar la intensidad del ejercicio está más que demostrada.

Más datos, más perspectiva

Una vez que tenemos todas estas variables sobre la mesa, la perspectiva para poder analizar lo que ha ocurrido es mayor. Tener tres vértices para medir la intensidad o esfuerzo permite extraer conclusiones más matizadas.

Imagina que sales a hacer un rodaje largo y fácil. Tu ritmo y tu percepción del esfuerzo están justo donde deberían, pero, de repente, tu pulso está por encima de lo previsto.

Quizá sea una señal de aviso para que no sobrecargues más o puede que se deba a una temperatura elevada ese día que también te invite a bajar el ritmo. O simplemente se trate del chute que está produciendo el café del desayuno o de estado de nervios ocasionado por un problema en casa.

A lo largo de tu vida como deportista, surgieran muchas situaciones de este calibre. Si sólo tienes un dato en el que apoyarte, sólo estás viendo una parte de ecuación, por lo que será complejo despejarla.

Sin embargo, los datos adicionales brindan al deportista -y también al entrenador- una visión mucho más amplia para graduar la intensidad a la que nos estamos sometiendo.

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