Cómo ser la pareja perfecta de un triatleta
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Cómo ser la pareja perfecta de un triatleta

La buena de Judit Izquierdo tiene un artículo épico sobre las mentiras que nuestras parejas tienen que vivir en primera persona cuando nos acompañan a un triatlón. Y tiene toda la razón, porque eso de acompañarnos, sobre todo a un larga distancia, es muy muy difícil: descansan poco, se aburren, si tenemos hijos tienen que ir con la tropa de un lado para otro... Y aguantar bastantes horas. Aunque cierto es que luego casi todas recuerdan con el mismo buen sabor nuestra entrada en meta y nuestra cara de felicidad.

Pero hoy nos preguntamos: ¿qué requisitos ha de cumplir la pareja de un triatleta? ¿cómo ha de ser para que la relación vaya sobre ruedas?

Ser independiente: Ay amigo. Si tu pareja no sabe ir a su bola, lo tiene muy jodido si se ha echado un churri triatleta. Y es que con nosotros, ya sea por los entrenamientos, ya sea por las competiciones, van a pasar bastante tiempo sin nosotros.

Ser flexible: Los triatletas estamos acostumbrados a cambiar nuestra planificación de entrenamientos, o la agenda del fin de semana, y eso conlleva cambiársela también a nuestras parejas.

Ser organizada: Para ser supporter en un larga distancia se requiere, como mínimo, la Diplomatura en Administración y Dirección de Empresas. Y si me apuras un máster, un doctorado y un título de superwoman por la Real Academia de Superhéroes. Que si organiza el mapa para saber por qué puntos va a pasar y a qué hora, que si entretén a los niños con una mano mientras con la otra sujetas la cámara y tienes un ojo en la curva por la que están pasando a 35kms/h a ver si por un casual puedes hacerle una foto... Una locura. Y eso a lo largo de doce horas en las que probablemente haga mucho calor y la humedad esté altísima.

Ser psicóloga: Nuestra pareja necesita grandes cantidades de psicología para poder estar a nuestro lado. Va a haber épocas en las que no nos salgan las cosas bien -como por ejemplo si estamos lesionados- y vamos a estar, aparte de insoportables, que nos subimos por las paredes. Y ahí tiene que estar nuestra pareja para sentarse en el sofá con nosotros y escucharnos. Escucharnos... contar todas nuestras penas y ella con cara de póker asintiendo con la cabeza. A las pobres sólo les falta poner un diván en casa y pasar consulta...

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