
Dolor crónico: terapia para superarlo y volver a empezar
Si hablamos de miedos en el deporte amateur y preguntamos a todos los lectores, posiblemente uno de los más comunes sería el miedo a las lesiones. Cuántas veces no has hablado con colegas y familia y has usado la expresión de "si yo estuviese lesionado, sería insportable". La idea de dejar de practicar una de tus aficiones favoritas, como es el triatlón o no llegar a la prueba que tenías planificada para este año, es casi una pesadilla.
Detrás de las lesiones está el miedo a no volver a practicar el triatlón. Pero no solo eso. Hay otras variantes y factores que influyen en nuestro futuro entrenando, aunque sea amateur. Hoy en Planeta Triatlón hablamos con la psicóloga de Barcelona, Raquel Jiménez, especialista en tratamientos contra el dolor crónico. Porque ¿qué papel juega la mente en todo esto? Salgamos de dudas.
¿Qué es exactamente un dolor crónico y qué lo caracteriza?
Para hablar de dolor crónico se tienen en cuenta dos factores: la duración del mismo y la dificultad en que desaparezca. Por lo tanto, se considera que se sufre de dolor crónico cuando la dolencia persiste durante más de 6 meses y no se alivia con tratamiento o medicación, incluso cuando la patología causante del proceso de dolor ha desaparecido o se ha mitigado.
El dolor crónico suele tener su origen en una lesión tisular y puede darse en diversas patologías como la lumbalgia, fibromialgia, artrosis y cefaleas. Pero en algunos casos no hay una razón específica. Por otro lado, se habla del dolor crónico maligno cuando existe un deterioro progresivo en nuestro organismo, por ejemplo, al padecer cáncer.
Se sufre de dolor crónico cuando la dolencia persiste durante más de 6 meses
El dolor crónico no maligno se caracteriza, en la mayoría de los casos, por:
- Es persistente. No remite a pesar de ser tratado con analgésicos o incluso quirúrgicamente.
- No tiene una finalidad concreta. Se considera que es un tipo de dolor inútil. El dolor nos indica que algo no va bien y que debemos actuar, pero en el caso del dolor crónico esta relación no se establece.
- Suele ser exagerado (por su persistencia e intensidad) en relación a lo que se debería esperar por la patología presente.
- Las causas son multifactoriales, intervienen múltiples causas para su mantenimiento y aparición.
¿Cuáles son las principales emociones y reacciones que lo acompañan?
Hay muchas emociones asociadas al dolor crónico, pero el denominador común en todas ellas es que son principalmente negativas. Lo que suele aparecer en un inicio es el miedo, ya que la reacción natural de las personas al dolor es querer evitarlo y eliminarlo, por eso el miedo resulta adaptativo. Sin embargo, el miedo dentro de un proceso de dolor crónico suele llevarnos a tener un comportamiento perjudicial, por ejemplo, buscando reducir nuestra actividad para huir del dolor. Esta inactividad suele acabar extendiéndose hasta que la persona deja de hacer actividades que antes le gustaban, limitando su contacto con situaciones agradables.
Frustración, estrés, rabia y relaciones personales deterioradas acompañan al paciente que sufre dolor crónico
La frustración y el estrés son comunes también. La persona siente que no mejora, que pierde una “lucha”, lo que genera un estado de irritación considerable y sentimientos de impotencia. Parece que se ha fracasado en la consecución de un objetivo, provocando que la persona pueda sentirse inútil o culpable, sobre todo cuando además ha dejado de hacer actividades y su vida laboral, o en este caso, su afición por el triatlón, se ha visto afectada. Por otro lado aparecen reacciones de rabia, acompañadas de la sensación de vivir una injusticia constante. Las relaciones personales de la persona se deterioran al sufrir estos cambios de humor y por desgracia, en muchas ocasiones todas estas reacciones llevan a los afectados de dolor crónico a sufrir trastornos depresivos o de ansiedad.
¿Podemos entrar en una espiral pesimista ante la situación?
No es raro que se produzca una espiral de ese tipo, siempre dependiendo del estilo de afrontamiento de la persona. Generalmente, el dolor crónico se vive como algo injusto y desconcertante, por lo que la persona no sabe y no puede al principio, vivirlo de una manera que no sea totalmente negativa.
No es difícil imaginarse el proceso que pasa una persona que sufre de dolor crónico, quien ve cómo hay días que no puede hacer lo que la mayoría de personas hacen, que su dolor le limita las actividades y relaciones, aislándola del entorno en muchos casos. Como la mayoría de soluciones intentadas no surten efecto, el afectado percibe que cualquier mejoría o cambio en su situación está lejos de producirse, produciéndose al final una visión pesimista del problema y de la propia capacidad de quien lo vive.
¿Cómo salir de ella?
Es normal que la persona viva emociones negativas y que no todos los días sean buenos, esto también hay que tenerlo en cuenta. Tomarse tiempo para cuidarse a uno mismo, hablar del problema y darse tiempo para procesarlo también es importante. Es recomendable no descuidar la alimentación, el sueño ni el ejercicio físico, que puede ayudar a fortalecer aquellas partes del cuerpo que luego se puedan ver afectadas por el dolor.
Sin embargo, cuando se empiezan a ver afectadas varias áreas de la vida y aparecen síntomas emocionales que disminuyen la calidad de vida y que nos pueden hacer pensar en que se está desarrollando un problema emocional que pueda derivar en un trastorno, es conveniente solicitar ayuda. Cuando la situación se agrava, es importante poner en conocimiento de los profesionales de la salud lo que sucede, para que puedan orientar en posibles soluciones adaptadas a cada caso.
¿Cuál es el papel de un psicólogo ante el dolor crónico?
El papel del psicólogo consiste en trabajar con la persona los aspectos del dolor que inciden en las diferentes áreas de su vida, para mejorar las que se están viendo afectadas. Debido a que el dolor crónico es una condición que difícilmente desaparece del todo, uno de los aspectos más importantes en los que se incide en terapia es en la adaptación a esa nueva realidad. Por otra parte, el psicólogo acompaña en el proceso de dolor crónico a la persona, enseñándole técnicas y estrategias para aliviarlo y reducirlo.
El psicólogo enseña al triatleta técnicas y estrategias para aliviar el dolor y adaptarse a la nueva realidad
Por último, el profesional entrena a la persona en detectar aquellas situaciones o pensamientos que influyen de manera negativa en su afrontamiento del dolor, para posteriormente elaborar estrategias adaptativas.
¿Y el papel de la mente en todo ello?
En ocasiones, se ha establecido una relación entre situaciones que generan estrés y reacciones físicas como la tensión muscular, que provoca dolor físico. Cuando aquello que nos produce estrés se mantiene a lo largo del tiempo, puede aparecer un trastorno de ansiedad. En consecuencia, como la tensión muscular no desaparece, se puede llegar a desarrollar un proceso de dolor crónico. Por otra parte, la mente puede jugar un papel importante cuando ya ha aparecido esta condición.
Las emociones negativas como el enfado o la tristeza pueden incrementar el nivel de dolor. El cuerpo reacciona físicamente a nuestra interpretación de las situaciones que vivimos: si aquello que nos sucede lo vivimos como amenazas a nuestra integridad, esto genera cambios a nivel hormonal y orgánico, apareciendo también la tensión muscular. Es entonces cuando, si ya se sufre de dolor crónico, la situación puede agravarse.
Por otra parte, suele suceder que cuando se diagnostica de dolor crónico, el afectado vive la experiencia desde una dimensión denominada catastrofización. Esto implica un componente rumiativo, donde la persona no puede dejar de pensar en el dolor y dedica mucha parte de su tiempo a intentar eliminarlo o a prestarle atención para actuar contra él. Por otro lado, aparece la magnificación o exageración de la amenaza que representa este dolor y por último la desvalorización de los propios recursos de la persona para enfrentarse con situaciones dolorosas.
¿Podemos ejercitar la fortaleza mental para abordar el dolor crónico?
La manera de ejercitar la mente para abordar el dolor crónico sería la misma que podríamos utilizar para afrontar cualquier situación adversa en la que no veamos envueltos. Debido a que es un proceso que no podemos detener ni evitar, se ponen en marcha las estrategias de afrontamiento de cada persona.
Es difícil definir una serie de ejercicios porque cada persona utiliza distintas maneras para afrontar las situaciones, siendo necesario realizar una evaluación completa antes de diseñar una propuesta de tratamiento.
Sin embargo, a grandes rasgos, la persona que quiera ejercitarse en este aspecto debería observar cómo reacciona a las adversidades en su día a día, si se considera una persona asertiva, con habilidades sociales y si le satisface su capacidad para gestionar los conflictos. También es importante trabajar a nivel físico, entrenándose en técnicas de respiración y relajación.
¿Cómo sería la terapia con un psicólogo para superar el dolor crónico?
Desde la perspectiva cognitivo-conductual, se trabajan los siguientes aspectos en terapia:
En primer lugar, se lleva a cabo la explicación de la terapia cognitivo-conductual y se establecen los objetivos terapéuticos, siempre en consonancia con los valores del cliente. La terapia va a ir dirigida a tratar los pensamientos, conductas y emociones que incrementan su dolor. Es entonces cuando se establecen las metas realistas a alcanzar, ayudando a la persona a discriminar cual es el funcionamiento óptimo que quiere adquirir y en el que sentirá que su calidad de vida no se vea afectada.
El tratamiento a nivel cognitivo se centrará en detectar aquellos pensamientos negativos y distorsiones cognitivas que utiliza la persona para interpretar la realidad. Las distorsiones cognitivas son aquellas maneras de interpretar las situaciones que nos pueden llevar a sufrir malestar, por lo que se trabaja en identificarlas y modificarlas. Se ayuda también a la persona a observarse diariamente y mediante registros, detectar aquellas situaciones que producen malestar, pues en ocasiones la persona no es consciente de cómo lo que sucede a su alrededor puede afectar a su dolor.
La parte conductual incide en entrenar a la persona en técnicas de respiración y relajación, que ayudan a rebajar aquella tensión muscular que pueda estar manteniendo el proceso de dolor crónico.
Paralelamente se evalúa y trabaja terapéuticamente en la solución de problemas, la gestión de las emociones y la asertividad de la persona, pues estos tres factores también influyen en el manejo del dolor. También se tratan otros aspectos de la vida cotidiana del cliente, como el ejercicio físico, higiene del sueño y finalmente se dedican las últimas sesiones en prevenir las posibles recaídas.
¿De qué resultados estaríamos hablando?
Los resultados siempre se dan en función de los objetivos de la persona. Como se indicaba anteriormente, es importante establecer objetivos realistas al inicio del tratamiento, puesto que aquellas personas que buscan una desaparición completa del dolor suelen frustrarse y sentir que el tratamiento ha fracasado.
Un alto porcentaje de pacientes con dolor crónico que han seguido la terapia cognitivo-conductual experimentan mejoría a los pocos meses de tratamiento. Esta mejoría, sobre todo se da a nivel de reducción de los síntomas depresivos o ansiógenos, un mejor afrontamiento de las situaciones negativas y la reducción de la percepción del dolor.
Por otra parte, la persona aprende estrategias y actitudes adaptativas que no sólo la ayudan a trabajar en su proceso de dolor crónico, si no frente a cualquier otra circunstancia de la vida que pueda aparecer.
Si estás en una situación similar y quieres hablarlo con un profesional, deja tu consulta sin compromiso a Raquel Jiménez.