
Crónica del XVIII Triatlón Ciudad de Valladolid
Pongámonos en situación: Siete y media de la mañana. Sentado en el sofá de mi casa, mientras desayuno copos de avena con leche de avena y veo en televisión la repetición en teledeporte de la final de sincronizada mixta, mando un whatsapp a mi grupo de entrenamiento: "Tengo las mismas ganas de hacer un triatlón sprint hoy como de que siete gigantes me repateen las pelotas con unas DrMartens de puntera reforzada ". Después, lo pongo en twitter. Que se entere todo el mundo.
Preparo los trastos con la misma pereza con que un niño prepara la mochila su primer día de colegio a la vuelta de vacaciones, incluyendo neopreno, sin saber aún si se podría utilizar o no, le quito los acoples a la bici, y salgo al mundo exterior. Hace un frío de mil demonios. Comienzo a pedalear maldiciendo todo. Si es que no me apetece, si es que encima llegaré luego tarde, si es que quiero un fin de semana tranquilo de los de perder la mañana viendo el programa este de La Sexta en el que la gente rica enseña su casa a los pobres para que nos muramos de envidia... Soy la puta alegría de la huerta antes de las competiciones, lo sé.
Llego al Parque de las Moreras a las nueve menos cuarto, dieciséis minutos después de haber salido de casa, y habiéndome parado en todos los semáforos en rojo, como buen ciclista responsable con las normas de tráfico. Comienzo a saludar a gente del Tripi, recojo los dorsales, y entro al box. Se confirma que la natación es sin neopreno, que dicen que el agua está a veintidós grados y medio. Pues nada, sin neopreno.
Y sin ganas.
Me junto a Tomé y David para matar el tiempo y calentar. La salida es a las diez y cuarto y aún queda un rato largo. Esto es lo coñazo de todos los deportes: la espera previa a la competición. Nadamos un rato, tras poner nuestro granito de arena a elevar la temperatura, y la verdad es que el agua no está fría. Pego un par de tragos por error. Bien. Nota de cata: Color verde brillante con matices violetas. En paladar aromas de bayas rojas y frutos negros frescos, algo golosos, con algunas notas de especias como vainilla y algún recuerdo torrefacto. Acidez equilibrada. taninos de puta madre.
En las primeras brazadas noto que tengo agujetas en los dorsales y los cuádriceps de las dos sesiones de crossfit del jueves y el viernes. Ay. Quién me mandaría. Así, en general.
Comienza a entrar todo el mundo en el agua, y tras unos momentos de desconcierto sobre cuál es la boya en que se empieza, dan la salida. Me pilla despistado y entre los últimos, así que me toca apretar. 400 metros con el agua a favor, hasta el puente de Poniente, y vuelta. Braceo muy cómodo, y con la sensación de estar yendo rápido. Muy rápido, para lo que estoy acostumbrado. A la vuelta, que vamos a contracorriente (¿no os pasa a vosotros que cada vez que decís A contracorriente, vienen los de El Canto del loco a cantaros a la oreja?), creo que me va a costar bastante más y que voy a dejar los higadillos para que se los coma algún pato, pero no, de hecho voy como un puto tiro y voy adelantando gente. Y sin llevarme hostias, ¡eh!
Me planto en la rampa por la que comienza la transición pensando que he hecho doce o trece minutos, miro el garmin y... 14'12". Anda vete a cagar. Cierto es que me marca 850 metros. Ritmo de 1'39" el 100, en teoría. Bueno, venga, vamos a por la bici, a ver qué tal se nos da. Llego a la zona de boxes, que está tras un paseito y una rampa considerable (Tripis, el año que viene poned ascensores o escaleras mecánicas, por favor), y hay bastantes bicicletas. Bien, eso me reconforta. Ahora lo importante es pillar un buen grupo que me lleve, que no quiero dar ni un puto relevo.
Modo vago on.
El recorrido en bicicleta es muy fácil, con apenas dos rampas: la del Puente de Poniente (cincuenta metros), y la subida al Palacio de Congresos (unos cuatrocientos). Engancho fácil con un grupito de unas seis personas, y sesteo de mala manera. Bueno, a ver, lo que se puede sestear a 34kms/h, que es el ritmo al que vamos de principio. Los primeros 5kms salen en 8'10". Me llevan con el gancho puesto, pero me juro y perjuro que no voy a perder comba, así que aprieto los dientes, y hago de tripas corazón. Entramos en la zona del Paseo Zorrilla y Campo Grande intentando dar cuenta de otro grupo amplio que llevamos por delante, pero es complicado, hay que apretar mucho para conseguir ese punto de velocidad que nos falta. Segundos 5kms en 8'00". Atención, que hoy es el día para partir la pana en la bici.
Comienza la segunda vuelta. No sé cómo iré de pulsaciones, pero debo ir a mil por hora. Tengo por seguro que en la transición voy a petar, no es normal que vaya a estos ritmos, yo no estoy acostumbrado. Tercer 5kms, 7'49". Buah. Voy disfrutando como un enano, esto es para contar a mis nietos. Enfocamos la vuelta desde Filipinos a una velocidad endiablada, me pongo en lugar cómodo dentro del grupo para tratar de hacer una buena transición y jadeo. Últimos 5kms: 6'38".Nietos míos, si alguna vez leéis esto: yo una vez hice un 20kms en 30'38" a 39'37kms/h.
El strava va a arder esta noche.
Transición rápida, en 56", y al lío. Dos vueltas que llevan hasta la Plaza Mayor de 2'2kms cada una, más un enganche de 800 metros. Voy de aquella manera, con cadencia, a 4'28" en el primer kilómetro. Adelanto a unos cinco o seis zagales que me suenan de ir en mi grupo de bici, y al dejar Paseo de Isabel La Católica engancho con David del Valle. Mira, otro triatlón que vamos a acabar juntos, le digo, repitiendo la historia del Triatlón de Rioseco. Aprovecho el ritmo (máomeno a 4'50") para coger aire. Las dorsales y los biceps me van doliendo horrores.
¡¡¡Me cago en la puta, qué cojones haces andando!!!
Leñe, ya es mala suerte que tu entrenador esté de juez en el punto de giro, en Plaza Mayor, y te vea yendo con velocidad de crucero de cuando sales a entrenar un domingo con resaca. Me despido de David y aprieto. Quedan algo más de dos kilómetros y medio más y hay que darlo todo, es lo menos que puedo hacer, aunque no tengo yo el cuerpo para farolitos. Tercer kilómetro en 4'35" y cuarto en 4'39". Ay, qué sufrimiento, ay qué de todo. Me adelantan las primeras chicas y algún maromo que parece que tiene prisa. Queda un kilómetro doscientos. ¡Vamos, Diego, joder!
Me cruzo de nuevo con Javi a ritmo de 4'20". ¡¡¡Así sí, este es el ritmo, Diego!!! Bueno, sí, Javi, tienes razón. Es el ritmo si quiero morir joven. Para una carrera ya no estoy tan de acuerdo...
En los últimos metros, aprieto para adelantar a cuatro triatletas y entrar en meta sin nada dentro. 4'15" en el último, para cruzar el arco de meta en un global de 1h11'19", en mi mejor marca personal de distancia sprint, supersatisfecho. Jadeo, tiemblo, tengo que pararme a coger aire doblado de dolor. Eh, y todo esto para entrar el 139 de 308, los que acaban los primeros no sé qué deben sentir, la muerte estilo imperio.
Comento con Matallana, con Nacho Muñoz, con David del Valle, que entra un minuto por detrás y con Mati. La idea general es que esto de la distancia corta no puede ser sano. Pillo sandía, melón y un aquarius (tripis, ¿y la cerveza, eh, eh?), y tiro para boxes. Recojo los trastos y en quince minutos estoy de nuevo en casa.
Y fin de la cita.