
Crónica de una lesión
Querrías estar justo en el otro lado de la valla, pero estas en éste. Y los ves. A ellas y a ellos. Casi todos con neopreno, unos de negro, otros con brazos de colores. Sonríen. Ríen nerviosos. Los que más, hacen continuos movimientos de brazos. Otros se concentran mirando a la primera boya, buscando acercarla con la mirada. Se tocan el gorro y se colocan las gafas por enésima vez. Gorro y gafas, gafas y gorro. Ese tic nervioso que tan bien conoces. Sabes que tienen las pulsaciones a mil, con la respiración acelerada. Suspiran y resoplan. Sabes cómo notan la humedad de la arena en los pies; cierras los ojos e intentas recordarla. Pelos de punta. Suena la música, quizá de una banda sonora muy conocida, quizá de un grupo de rock que te lleva al infierno por autopista o te da la bienvenida a la jungla. Ansiosos, esperan el bocinazo de salida. Tiempo y corazón, minutos y pulsaciones. Y por fin, suena. Es música celestial para un triatleta. Y aunque estas fuera, interiormente te recuerdas lo que siempre te dices "Empieza el Rockandroll¡¡¡" y les ves alejarse, entrando en el agua. Sabes de sobra qué están viviendo, qué están sintiendo justo en este momento. Esa explosión de brazos, codos, pies, espuma y golpes. Ellos y ellas están dentro. Y tú estás fuera.
Los ves acercarse a la orilla, recuerdas ese ligero mareo al incorporarte una vez que has tocado arena. Ves esos andares algo torpes intentando correr, aún con las piernas en el agua. Lo hay más ágiles y saltan por encima del agua a la vez que se desabrochan la cremallera del neopreno. Y también los hay menos ágiles y muy poco ágiles, se paran, tiran de cremallera e intentan seguir corriendo con esos pasos cortos e inseguros. Les aplauden, les aplaudes. Oyes los gritos de aliento de sus familiares o amigos. Ese grito cargado de orgullo y de emoción. Y ellos y ellas sonríen, incluso saludan, como reyes y reinas y en ese momento, lo son. Y sabes cómo se sienten. Y están dentro. Y tu estas fuera.

Y se montan en sus bicis, unos con las zapatillas encajadas en los pedales sujetas por un elástico, un ligero salto, se suben a sus monturas, y sobre la marcha, ya pedaleando, se calzan las zapatillas casi sin parar. Otros, los menos ágiles, se acercan a la línea con las zapatillas puestas, con esos andares torpes e inseguros que tienen las calas de las zapatillas. Cara de susto, pasos cortos, y sujetando la bici con una mano, que sola no va. Y se suben a ellas, pedal hacia abajo, oyes ese click tan característico, otro pedal, otro click y empiezan a dar pedales. Y quieres estar ahí, pero estas fuera.
Y los ves en cada una de las vueltas que pasan por el punto de giro. No hay drafting, o mejor dicho, no está permitido, que haberlo, hailo. Y desde fuera protestas y le explicas a tu chica que es el drafting, a ella le importa un carajo, pero pone cara de que le interesa muchísimo y te sonrie porque te conoce y sabe que quieres estar dentro. Y ves todo el espectro posibles de bicicletas. Desde auténticas naves espaciales, con sus vatios y sus cascos aeros, al hierro de hace 20 años y el acople que les prestó un amigo. Y los ves acoplados, mas o menos aorodínámicos, con mas o menos ritmo. Y recuerdas las pautas de alimentación y de hidratación. Comer y beber cuando toca, no cuando tienes hambre o sed. Simple, pero se nos pasa. Y sabes que alli dentro, pedaleando, son felices. Y tu estas fuera.

Y los ves correr, y vuelta tras vuelta los vas reconociendo. El del mono aero que va como un tiro, o el del trote cochinero desde el primer metro. La chica delgada del correr elegante, que parece que no le cuesta. También ves al tirillas, ese que tiene que pasar dos veces para hacer sombra. Que parece que va flotando y "lo odias". Y jóvenes y menos jóvenes, y aquellas dos chicas que han hecho juntas prácticamente todo el segmento de carrera a pie. Y la veterana, que no se rinde, a su ritmo, a su nivel, pero ahí está. Incluso aquel que va (muy) sobrado de peso, ves como sufre, como resopla. Sí, pero ellos y ellas están dentro. Y tú estás fuera.
Y sientes como aceleran en esos últimos 200 metros, como pisan la alfombra, con hijos en brazos o de la mano de su pareja. Y saludan, como reyes y como reinas. Y ríen y lloran. Y te emocionas. Y los envidias porque ellos están dentro y tu estas fuera.
Sabes que volverás, si haces las cosas bien, con cabeza y con paciencia, volverás a sentir todo esto. Pero ellos y ellas lo han sentido hoy mientras tú estabas fuera.
PD: Las situaciones y personajes son totalmente reales, producto de un domingo de marzo "viviendo" el Oceanlava de Tenerife desde la barrera.
¡Salud y kms!!! ¡EnjoyTRI!!!