
Desafío Dx2 Mazagón 2015
Mientras deshacía la maleta del viaje, entre camisetas, manguitos, calcetines y demás enseres, apareció la medalla de “finisher” que te cuelgan al acabar la carrera. La cogí, la miré, me puse un poco melancólico y me fui al cajón donde guardo las otras medallas. La conseguida en el Ironman 70.3 de Barcelona allá por el mes de mayo y la obtenida en el Campeonato de la Comunidad de Madrid de Media Distancia Ecotrimad en el mes de junio. Junté las tres y se me vino a la mente todo el trabajo realizado durante este año. Porque os recuerdo que esta ha sido mi primera temporada completa como triatleta. Pues sí. Me siento orgulloso de lo conseguido. Hace poco más de dos años odiaba correr y ahora tenía en mi mano tres medallas de tres triatlones de media distancia bastante exigentes.
Cuando mi amigo JuanP me incitó a participar en el Desafío Dx2 Mazagón 2015 (por cierto, muy buena organización y gracias por la invitación), allá por el mes de julio, nunca se me pasó por la cabeza lo que iba a vivir en esta carrera. Me imaginaba Huelva, buena temperatura, playa… En definitiva un buen fin de semana para disfrutar del triatlón y de Andalucía. Tierra a la que tengo tanto cariño. ¡Pobre de mí y de mis pensamientos! Llegamos a Mazagón el viernes a las 16:00 horas. Yo llevaba tiempo mirando la previsión del tiempo. Unos días daba lluvia, otros claros, nubes… Pero según se acercaba la fecha, se instauró en la aplicación del móvil el 90% de probabilidad de lluvia y de ahí no se movería. No me preocupaba mucho, porque pensé que podrían ser unas nubes y poco más.
Me acosté pronto. Pero a las 04:30 me desperté sobresaltado. Un ruido fortísimo y un golpe seco, como de una valla. Todo parecía presagiar que sería el viento. Aunque en el fondo antes de abrir las cortinas y la ventana soñaba con que fuera el camión de la basura. Pero no. Hacía un aire increíble. Lo primero que pensé fue en la natación y el mar. Reconozco que se me puso un nudo en la garganta. Volví a la cama pensativo. Soñando con que a las 05:30 cuando sonara el despertador aquel huracán hubiera amainado. Pero no. Bajamos a desayunar con el estómago encogido. De hecho en el restaurante la gente estaba asustada. Uno me decía: “ soy de Marbella, conozco muy bien el mar y este viento no me gusta nada.” Lo que me faltaba. Mi madre me decía que a lo mejor no era buena idea tirarse al agua. Que bajo ningún concepto iba a dejar que me jugara la vida por una carrera. No quedaba otra que ir a dejar la bici a la transición y esperar acontecimientos. Para más inri, los jueces y voluntarios nos decían que el viento no era lo peor, que se esperaba una tormenta de agua justo a la mitad de la natación. Y así fue. Antes de dirigirme a la zona de salida hablé con mi padre que también estaba bastante preocupado. Le tranquilicé y le dije que todo estaba controlado. Que unas cinco horas y algo hablábamos. Una pena que no haya podido venir, al igual que Rocío y los niños. Pero visto lo visto, fue una buena decisión el que se quedaran en casa.
A las 08:00 en punto desde un embarcadero del Puerto Deportivo de Mazagón saltamos al agua los 133 valientes. 33 no presentados. El viento era muy fuerte pero parecía que sería de cola. Incluso salió un poco el sol. Los primeros metros no fueron malos. Íbamos bastante agrupados hasta que de repente el cielo se empezó a oscurecer, el sol cayó en el olvido y aquello parecía el diluvio universal. El mar se empezó a picar. Las olas empezaron a crecer y los triatletas a desaparecer. El grupo de 133 se diluyó y de repente me vi sólo en medio del océano atlántico. Intenté no pensar mucho en dónde estaba y sí en tratar de buscar un ritmo lo más rápido posible para llegar lo antes posible a la playa. Por mi bien y sobre todo por el de mi madre, que viendo como estaba la mañana, seguro que estaba bastante preocupada. Intenté respirar por ambos lados, pero era imposible. Por el izquierdo venían las olas, así que sólo me quedaba la opción del derecho pero sin controlar muy bien las olas que venían por el izquierdo. No me tenía que haber llevado pastillas de sales, con los 5 ó 6 tragos de agua que pegué cubrí todas las necesidades de sodio para la carrera. Entre que no veía a nadie, que las boyas no se veían bien con la lluvia y las olas y que el Suunto Ambit 3 Sport no te avisa de lo que llevas nadado, llegó un momento en el que tuve que parar para ver cómo iba de tiempo y sobre todo de distancia. Necesitaba referencias urgentes. Pero vamos que tampoco pude averiguar mucho. Paré, traté de ver el reloj pero lo único que fui capaz de ver era un 24:0 y algo. La lluvia y las olas no me dejaron mucho tiempo para seguir investigando. Por lo tanto me quedaba más o menos la mitad. Empecé a batir bastante más las piernas a ver si así avanzaba más. Al llegar a la primera boya se me subió el gemelo izquierdo. Me ha pasado muy poquitas veces, pero qué sensación más molesta. Conseguí concentrarme, relajarme y una vez que enfilé la diagonal hacia la arena la cosa se puso más fácil. Al final llegué con un tiempo de 47:22. Y ni mucho menos era el último. Todavía a lo lejos quedaba un buen grupo. De hecho luego me comentaron que sacaron a 5 del agua porque eran incapaces de seguir nadando. Pude ver a mi madre y tranquilizarla. Estaba calada. Parecía que había estado nadando conmigo en el agua. ¡Qué merito tiene y cuánto agradezco su apoyo y sus ánimos! Allí también estaban JuanP y Carol. JuanP cual periodista hasta me grabó un video camino de la bici.
Al llegar a la T2 fui consciente del agua que había caído. Aquello era una piscina. Me tomé mi tiempo para intentar secarme lo máximo posible ( qué iluso, pensé que ya no llovería más…) Por delante algo más de 80 kilómetros para intentar hacer un buen sector. Tenía muchas ganas rodar rápido, aprovechar que era un terreno llano para poder ir cómodo y disfrutar un poco. Calella y Ecotrimad fueron muy exigentes y me apetecía una bici llana. Pero pronto me di cuenta que aquello de disfrutar iba a ser una utopía. De nuevo un diluvio impresionante que ya no pararía hasta la carrera a pie. A pesar de todo tenía clara la estrategia: darlo todo en la bici y ya veríamos las fuerzas que me quedaban en la carrera. Hubo momentos que el agua no te dejaba ver. El asfalto estaba muy peligroso, sobre todo en las curvas, pero por suerte había muchas rectas y se podía apretar sin mucho riesgo de caídas. Aunque todo el rato iba pendiente de la rueda de atrás porque me daba la sensación de estar continuamente pinchando. Pero nada más lejos de la realidad, era por la cantidad de agua que había en el asfalto que te iba frenando.
El circuito era bonito, rodeado de pinares. Eran cuatro vueltas de 15 kilómetros más un tramo hasta llegar al circuito propiamente dicho. La ida un poquito más dura, con algún tobogán algo exigente y la vuelta más rápida. Al final me salió una media de 31 km/hora. Todo un record para mí.
Ahora tocaba ponerse las zapatillas. Me preocupaba el dolor de pecho que tuve las semanas previas por la caída en MTB. Pero por suerte ni nadando, ni en la bici me molestaron y tampoco me iba a dar la lata en la carrera. Transición muy rápida, apenas un minuto y poco. Tenía ganas de correr. En Calella no supe regular muy bien y me quedé sin fuerzas al final y en Ecotrimad me lesioné al comienzo y fue un suplicio. Aquí era el momento de disfrutar. Y así fue. Los tres primeros kilómetros los hice tranquilo. Quería estar sobre 1h45´, para ello pensé que tenía que rodar sobre 05:00 min/km y llegar a los primeros 10000 metros con un tiempo aproximado de 50:00. Después apretaría un poco más hasta el 15 y de ahí al final lo que dieran las piernas. Y más o menos así fue la carrera. Hice los primeros 10 kilómetros en 46:25. Quizá un poco más rápido de lo previsto. De pulso iba muy bien, no llegaba a 150 y las piernas me respondían.
El circuito constaba de 4 vueltas de 5 kilómetros y poco. Con una subida bastante exigente de unos 200 metros que hacía bastante daño. Sobre todo en las dos últimas vueltas. Una de las cosas que más me llamó la atención, además de lo bien que llevaba controlado el pulso, era de lo fuerte que estaba mentalmente. Tenía Lanzarote en la cabeza, con todo lo que me espera allí y quizá eso me ayudó. Los kilómetros se me pasaron bastante rápidos. Del 10 al 15 decidí apretar más. De hecho hice el 13 en 04:07, aprovechando los ánimos de mi madre y de JuanP. De corazón seguía yendo bastante bien. Pero la tercera subida a la cuestecita de 200 metros hizo pupa. Las piernas empezaba a mostrar síntomas de cansancio. Sobre todo isquios. De cabeza y de pulso estaba para apretar más, pero muscularmente ya me costaba bajar de 5:00. Me notaba pesado, aunque estaba disfrutando. Al final coincidí con un chico con el que salí de la T2. En un primer momento se escapó y le cogí. Me volvió a pasar y al final en el 19 tuvimos otro reencuentro. Me llevó en volandas a la meta. Iba un poco más fuerte que yo y tiró de mí hasta el final. Si no le hubiera encontrado, me habría relajado un poco, pero me motivó e hicimos los dos últimos kilómetros en 04:30 entrando con un tiempo de 01h46:42. Mi mejor marca personal en una media maratón de un triatlón de media distancia. Tan “solo” 10 minutos peor del tiempo que hice en la Media Maratón de Salamanca allá por el mes de marzo. Pero claro, allí sólo había que correr. Aquí era un triatlón y encima épico por la lluvia y el viento. Al final el tiempo oficial en meta fue de 05:14:32.
Muy contento con el resultado. El 31 de agosto de 2014 hice mi primer Triatlón Sprint en Palencia. 14 meses después tenía colgada la medalla de mi tercer Triatlón de Media Distancia. Un año duro, con mucho sacrificio, por mi parte y por el de Rocío ( desde aquí te doy las gracias) ,con el nacimiento de nuestro cuarto hijo entre medias. He entrenado todo lo que he podido, durmiendo poco, descansando regular, pero está claro que cuando uno quiere un objetivo, si lucha por ello da igual las piedras que te encuentres en el camino. Todo está en la mente. Nunca mejor dicho, querer es poder. Ahora a descansar y a preparar la temporada 2016 que tendrá su momento culminante el 21 de mayo con el 25 aniversario del Ironman de Lanzarote. Palabras mayores.