
II Triatlón Ciudad de Zamora
Después de varios triatlones a mis espaldas, tanto esta temporada como en estos últimos años, llegó el día de debutar en mi casa. Y es que siempre hay pruebas que esperas con más ganas que otras. Ya sea porque son objetivo de temporada y llegas más fuerte que el vinagre o porque tienen un encanto o motivación especial.
Y así fue, el Sábado 13 de junio tuvo lugar el II Triatlón Ciudad de Zamora. Con dos distancias a elegir “promoción” (minisprint) y sprint, nos juntamos allí 250 triatletas entre las dos pruebas, las cuales agotaron inscripciones. El circuito de natación discurría en las aguas del Duero para luego pedalear y correr en un circuito urbano por las orillas de ambas márgenes del río con unas vistas inmejorables.
Vayamos a los detalles. La tarde se presentó bastante fría para lo que estamos acostumbrados en la meseta castellana por estas fechas y el viento me hacía pensar que quién me mandaría a mi llevar ruedas de perfil en la bici… Pero bueno, no hay vuelta atrás así que mejor no pensarlo. Al menos me quedo con que el neopreno está permitido y eso siempre ayuda.
A las 15:30 de la tarde se daba la salida de la distancia más corta, 300m de natación, 10km de bicicleta en la que se podían ver tanto bicicletas de carretera como de montaña y 2,7km de carrera a pie. En el arco de salida se podía ver un gran número de valientes que, al ser la primera prueba para muchos, se enfrentaban sin neopreno a las corrientes de las frías aguas del Duero. Sin duda, a los que competíamos después nos vino de lujo comprobar cómo la corriente arrastraba a más de uno y nos ayudó a trazar la mejor ruta para no hacer metros de más.
Cuando terminó la primera prueba pudimos acceder al box para dejar todo el material. Una de las cosas que debo destacar de la prueba es la ubicación del box que, a pesar de ser un poco pequeño para todos los que éramos, está situado estratégicamente al lado de la terraza del bar de la Playa de los Pelambres, un lugar idóneo para que amigos y familiares (hay que pensar en ellos también durante las pruebas!) puedan animar cerveza en mano.
Una vez embutidos en neopreno y vaselina, a las 17:30 salíamos los que competíamos en distancia Sprint. Dos vueltas sobre el circuito de natación que se hicieron muy largas al nadar a contracorriente (no se si se alejó la boya en la segunda vuelta pero se me hizo eterno ese tramo!) pero que también ayudaba a creerte Phelps cuando nadabas a favor de corriente.
Después de sufrir en el agua y salir a mitad de tabla nos subimos a la bicicleta. Cuatro vueltas a un circuito hecho para volar en el que se cruzaba el río por los dos puentes principales de la ciudad. Rotondas, algún que otro badén y giros muy pronunciados. El desgaste físico venía por los continuos frenazos y acelerones pero no había ninguna cuesta excesivamente exigente. Enseguida se formó un buen grupo en el que rodamos a algo más de 35km/h de media y que iba cazando a triatletas que se enfrentaban al viento en solitario. Diría que podíamos haber recortado bastante segundos al crono pero los relevos brillaron por su ausencia.
Con la T2 empezaron a llegar los problemas. Hay que mencionar que se echó de menos un tramo de moqueta para no dejar la piel al poner el pie en tierra, pero bueno, eso son detalles menores. Al dejar la bici en el box en la T2 llegó el momento de empezar a sufrir. En los primeros metros de carrera empiezan los problemas estomacales, más propios de una carrera de larga distancia que de un sprint. Veo como todo el grupo con el que he rodado en bici se me va escapando en el segmento en el que puedo ser más competitivo y empiezo a plantearme si he tragado agua nadando o he hecho mal antes de la prueba. Mientras tanto me doy cuenta de que estoy rodando a 4’20”/km y que mejorar ese ritmo es implanteable. Me entra el miedo, no quiero que mi primer abandono sea en mi casa así que decido estabilizar el ritmo y correr con un dolor soportable pero que me permita terminar la prueba. Finalmente cruzo la meta en posición 48 a 12 minutos del primero al que le vi volar cuando me dobló en la carrera a pie y que viendo los tiempos dio un recital de cómo competir.
Para terminar, al llegar a la meta entre abrazos de amigos y familia, bebidas isotónicas, fruta y agua se pudo degustar un plato de arroz a la zamorana. Aquí es donde encontré mi excusa para repetir en la próxima edición ya que mi estómago no estaba por la labor de aceptar alimento y me quedé sin probarlo…
En resumen, triatlón familiar, económico y bonito. Por supuesto que hay aspectos a mejorar, como en todas las pruebas, pero este es un buen ejemplo de cómo si la organización quiere se puede hacer una prueba bonita y atractiva tanto para triatletas experimentados como para aquellos que están empezando en el mundillo. Como ya he dicho, el año que viene repito!