Ironman 70.3 de Barcelona 2015
Ironman 70.3 de Barcelona 2015

Ironman 70.3 de Barcelona 2015

Pensé que nunca llegaría el día. Allá por el mes de octubre, después de correr un triatlón olímpico en la Casa de Campo de Madrid, decidí embarcarme en esta aventura del Ironman 70.3 Barcelona 2015. Tenía claro que mi debut en una media distancia sería con la marca Ironman. Por logística elegí Barcelona. Y no me equivoqué. Este fin de semana he vivido la mejor experiencia deportiva de mi vida. Ningún partido de fútbol, ningún gol marcado puede igualar lo que sentí al cruzar el domingo la meta en la playa de Calella.

Para esta aventura decidí crear un reto solidario en la web de crowdfunding solidario Mi grano de arena. Me propuse el objetivo de recaudar 5.000€ para la ONG Amigos de Nyumbani. Un dinero que iba a ser destinado a escolarizar niños en su mayoría huérfanos y enfermos de SIDA de una aldea rural de Kenia llamada Nyumbani. Han sido ocho meses de lucha constante por hacer llegar este reto a la gente para que colaboraran y así poder conseguir el objetivo. No ha sido nada fácil, pero el sábado, justo antes de dejar la bici en la zona de transición recibí un donativo de 710€ para así llegar a los ansiados 5000€. 71 donativos de amigos, conocidos, personas anónimas que nos han hecho vivir todavía con más emoción esta aventura. Gracias a todos. Sobre todo a la ONG Amigos de Nyumbani con Marian a la cabeza que hacen una labor increíble en Kenia y que se han volcado conmigo estos meses. Tampoco puedo olvidarme de mi gran amigo Jero. Con su día de gafas solidarias (www.flyhigh.es) hizo que el sueño de los 5.000€ estuviera vivo hasta el último día. Y por supuesto agradecer a la Universidad de Comillas todo el esfuerzo que han hecho donando parte de la recaudación de la feria del libro. Sin ellos todo habría sido más difícil. Gracias a esas 71 personas. Gracias de verdad. Los niños de Nyumbani podrán ir a la escuela. Os lo agradecerán.

Vayamos a la carrera. Salí el viernes por la mañana junto a mi madre y mi primo. La idea inicial era irme con toda mi familia allí, pero mi hijo pequeño tan sólo tiene dos meses y trasladarnos todos allí iba a ser un poco complejo. Mi padre tampoco pudo venir por motivos de trabajo, tenemos una casa rural en la sierra (www.villa-concha.com) y estábamos a tope. Pero en la distancia sentí su calor y su apoyo.

Llegamos a Calella a las 18:30 tras un viaje largo. Casi 700kms. Rumbo al hotel a dejar las maletas y después a recoger el dorsal a la expo que había organizado Ironman. El sábado se preveían grandes colas y decidí quitarme rápido este trámite. Emilio Moreno López, España. Dorsal 1204. Grupo de edad 35-39. Ya lo tenía.

Ironman 70.3 de Barcelona

Nos fuimos pronto a cenar y a descansar. Lo peor de todo la comida. El bufé del hotel dejaba bastante que desear y para evitar cualquier problema estomacal que me arruinara el fin de semana tuve que recurrir a la pasta hervida con un poco de aceite y algo de ensalada. No había mucho más. A las 22.30 estaba en la cama. El día D se acercaba.

El sábado me levanté a las 08:00. Los nervios y la tensión no me dejaron descansar mucho. Cogí la bici y me fui a dar una vuelta por Calella. 40´por la costa para ver que todo estaba bien. Notaba algo raro en la rueda delantera. Me empecé a preocupar. Después de correr 15´para soltar las piernas llevé mi querida Specialized a un puesto mecánico que había en la feria. Un alemán bastante simpático. Se la dejé mientras me fui al briefing de la prueba y le dije que me hiciera una revisión completa. Pagué 40 euros. Pero besados. No sé lo que habría supuesto tener un problema mecánico en carrera y tener que abandonar. Así me quedaba más tranquilo. Después tenía concertada una entrevista con la TV oficial de la carrera. Se pusieron en contacto conmigo el jueves y me dijeron que les había gustado mucho mi historia solidaria y que querían verme en la playa para grabar una pieza. Por un momento me sentí un profesional.

Ironman 70.3 de Barcelona

Ante la falta de oferta gastronómica de la zona -todo está orientado a extranjeros -de nuevo tuve que recurrir a la pasta para comer. Después nos fuimos un poco a la playa a descansar y rápido al hotel porque había que dejar la bici antes de las 18:30 en la zona de salida. Aquí vino un poco la tensión de guardar todo en sus respectivas bolsas. Bike bag, run bag and Street bag. No me podía olvidar nada. Revisé todo 15 veces. Gafas, gorros, pegatinas en el casco, en la bici, zapatillas para correr, gafas de sol, vaselina, geles, barritas… En fin, que os voy a contar que no sepáis los que os dedicáis a este deporte. Tuve que recurrir al fantástico artículo que hizo Diego para Planeta Triatlón hablando sobre el material.

A las 18:00 ya estaba todo colocado. La bici en el campo de fútbol del polideportivo municipal y las bolsas en la carpa de la transición. Me quité un peso de encima. Sólo quedaba descansar y que llegasen rápido las 07:05 del domingo, momento en el que se daría la salida.

Ironman 70.3 de Barcelona

Cené pronto. A las 20:30 ya estaba comiéndome otro plato de pasta. No había mucho más. Ocho meses sin casi probarla y me estaba inflando ahora. Pero cuando estás fuera de casa hay que adaptarse. No había otra opción. Por suerte me sentó bien. Preparé la mochila con todo lo del agua y a la cama. A las 22:30 ya estaba dormido. Me costó conciliar menos el sueño que la noche del viernes. De hecho dormí del tirón hasta las 03:15 que me desperté. Miré el móvil y lo tenía a reventar de whatsapp y mensajes de ánimo en Facebook. Si a alguno no le he contestado todavía le pido perdón. Lo haré. A las 04:45 sonó la alarma. Por fin había llegado el gran día. Me quedé despierto en la cama hasta las 05:00 que me levante a desayunar. Estaba abierto el restaurante para los triatletas, pero visto lo visto, fui precavido y tenía preparado mi desayuno: un bol de leche de almendras con crema de arroz nutribén, un plátano y unas nueces. Como no tenía opción de hacerme mi tortilla habitual tuve que recurrir a un poco de jamón ibérico para tomar algo de proteína. Ya sabéis, los paleos somos un poco raritos.

A las 06:00 salimos del hotel rumbo a la zona de salida. Hacía frío. No más de 14 grados. Ya era de día. Me puse el neopreno hasta la cintura. Lo agradecí porque iba tiritando. Yo creo que de nervios y de frío. Una mezcla de ambos. Llegamos a la playa y el ambiente era espectacular. 2600 triatletas sumado a familiares, amigos y demás, convertían la playa de Calella en un lugar único. Se respiraba deporte por los cuatro costados.

Ironman 70.3 de Barcelona

Ante tal cantidad de participantes tenía bastante claro que no me iba a pegar con nadie por coger una buena posición en el agua. Yo no venía a hacer mi carrera, no a pegarme con nadie. Salíamos todos juntos, por cajones según tiempo estimado. Pero hasta que no cruzabas el arco de salida tu tiempo no contaba, así que lo mismo daba quedarse más atrás. Y así lo hice. Casi de los últimos. Yo creo que tan sólo había 5 ó 6 detrás de mí. Era impresionante ver el mar con tanto gorro amarillo. Y ahí estaba yo. Ante mis primeros 1900 metros en el mar. Yo creo que ni sumando todos los baños en todos los veranos de mi vida habré llegado a esa distancia nadada. Yo era más de palas, fútbol, tumbona o paseos por la playa. Eso de meterme 300 metros hacía el fondo como que no. Nadé muy cómodo los primeros 800-900 metros. No había casi tráfico y pude disfrutar en el agua. No quería forzar mucho, me daba miedo que se me hiciese larga la distancia. Aún así adelanté a bastante gente. El primer kilómetro me salió en algo menos de 19:00. Sin embargo al enfilar la segunda parte del tramo me encontré con muchísima gente y con un sol de cara que hacía imposible ver a más de un metro. Daba dos brazadas y me subía encima de uno. Otro se subía a casi mi cuello. El otro me daba cual tiburón en el costado. Coger un ritmo constante, uniforme era tarea bastante compleja. Llegué con un tiempo de 44:24 que estaba dentro de mis cálculos. Teniendo en cuenta que hace 8 meses no hacía ni un largo en la piscina, no podía pedir mucho más. Se puede mejorar, pero no es una cosa que me preocupe demasiado. Tan sólo empleé el 10% de mi tiempo total de la prueba en el agua. Es importante, sí, pero no lo que más.

Lo primero que hice al salir del agua fue buscar a mi madre. Sé que estaba nerviosa por ver cómo salía del mar. Había bastante gente y no lograba verla. Al final cuando ya casi desistí, justo al meterme en unas duchas que habían colocado para quitarte un poco la sal, ahí estaba junto a mi primo. Le dije que todo estaba perfecto, que me encontraba muy bien. Que disfrutase y no se preocupara por mí que me encontraba genial.

Ironman 70.3 de Barcelona

Llegaba la hora de la verdad. 90 kms de ciclismo puro y duro. Era un recorrido complicado. De hecho según la organización es el más exigente del circuito 70.3. Un desnivel acumulado de 1200m con tres puertos de montaña. Uno de ellos, el Montseny, con rampas durante 4 kms del 8%. Yo, que desde pequeño había soñado con correr una carrera ciclista iba a cumplir mi sueño. Carreteras cortadas para ti, motos de prensa, seguridad, policía… Vamos, una etapa de una gran vuelta en toda regla.

Nada más salir de Calella empecé a comer un poco. En nada íbamos a tener la subida a Collsacreu y no quería llegar allí sin mucho alimento tras el madrugón y la natación. Un buen trago al bidón de agua+geles, una barrita y una pastilla de sales minerales ( Cada 60´hacía la misma operación) En las primeras rampas empecé a disfrutar. Me marqué un ritmo cómodo, con poco desarrollo ( en la mente siempre tenía la ½ maratón) y empecé a adelantar corredores. Siempre se me ha dado bien esto de subir ( me ha críado en la Sierra de Madrid), de hecho disfruto más ahí que en largas rectas llanas donde la aerodinámica entra en acción. Podemos decir que el circuito me venía bien. Me marqué como pulsaciones máximas 150. No debía de pasar ese umbral. Eran muchos kilómetros y después teníamos 21 más de carrera. Había que llegar con fuerzas a la última transición.

Ironman 70.3 de Barcelona

El recorrido era espectacular. Coronamos Collsacreu y llegaba la primera bajada. ¡Cuánto iba a disfrutar! Quizá fui un poco inconsciente, pero era el momento perfecto para subir la media de carrera. Siempre me ha gustado correr y en la bici no iba a ser menos. Pasé a bastante gente bajando, pero luego en el llano, muchos que tenían cabras me pasaban como si fueran en moto. Ahí yo no puedo competir. Me faltan horas de entrenamiento en la bici. Me la compré en noviembre y entre el invierno y demás, tan sólo habrá hecho 3 ó 4 salidas largas acercándonos a los 100 kms. Por más que quiero, en cuanto le meto desarrollo en el llano, me falta fuerza para moverlo. Es cuestión de tiempo. La tendré.

La subida a Montseny fue sin duda donde más disfruté. La gente iba muy atrancada. Eran 4 kms al 8%. Rampas duras, pero me sentí muy cómodo. Con fuerza y adelanté a muchísima gente. ¿30? O quizás 40. Un montón. Aquí fue donde seguramente me dejé parte de la energía que me faltó al final de la ½ maratón. Lo sabía, pero quería disfrutar de ese momento a lo Marco Pantani en su buena época. Si en la subida me sentí como mi hijo Jacobo con un helado de chocolate, en la bajada no iba a ser menos. Muy técnica y en algún momento peligrosa, pero me la jugué y puse toda la carne en el asador. ¡Ciclismo en estado puro! Tras unos kilómetros de llano donde traté de defenderme de la mejor forma posible acoplado ante las cabras, sin darme cuenta nos habíamos plantado en la última subida a Collsacreu, más asequible que la primera y de ahí a Calella. Se habían esfumado 90kms en 03:32:28. Tiempo difícilmente mejorable para lo que había entrenado en bici. El invierno es muy duro en Madrid y el gimnasio no es lo mismo. Este es el hándicap de hacer una prueba en mayo, estamos estrenando el calor y ahora es cuando se puede montar cómodo en bici. Pero aún así, os aseguro que disfruté tanto que me dio rabia que se acabara. Habría hecho otros 90 más.

Ironman 70.3 de Barcelona

Ahora llegaba mi fuerte. La carrera a pie. Lo que más entrenado tenía. La última media maratón que hice en Salamanca fue en 01:36:00 en un recorrido bastante exigente y medio lesionado. Aquí tenía claro que si me encontraba bien podría estar en torno a 01:45:00.

Nada más bajarme de la bici justo delante de los jueces, el isquiotibial derecho me dio el primer aviso. Se me subió un poco. Estiré y me fui sin perder mucho tiempo a por las zapatillas. Tenía ganas de correr. Antes de salir de la carpa de la transición una de las voluntarias me impregnó de crema todo el cuello y brazos. La temperatura estaba subiendo y una quemadura se estaba pagando a 1,20 por euro apostado.

Tenía clara la estrategia. Primeros 3-4 kilómetros a ritmo bajo para que las piernas fueran asimilando la carrera. En el primer kilómetro recibí un susto importante. De nuevo el isquio derecho se me subió. Un dolor bastante fuerte. De hecho pensé que se iba a terminar la carrera ahí. Automáticamente me tomé un gel de cafeína y una pastilla de sales ( ya no sé cuántas me había tomado ya). Estire un poco y reanudé la marcha. Me molestaba bastante. Emi, 21 kilómetros así va a ser muy duro, me decía a mi mismo. Por suerte, no sé si fue gracias al gel, a la pastilla o a la ayuda divina pero se me pasó. Fui recobrando confianza y volvimos a rodar en 05:30 min/km. En mente tenía llegar tranquilo a los 10k y a partir de ahí apretar un poco más para hacer un buen tiempo. Llegué a los 10.000 metros en 55´. Iba bien la cosa, si bajaba el ritmo estaría en torno a 01:45:00. Ahí cometí el error. Querer ser ambicioso en un día que a lo mejor lo más sencillo era dejarme llevar y terminar tranquilo, pero mi ambición me pudo. Apreté del 10 al 15 bajando el ritmo a 04:50-05:00. Justo en ese tramo enfilando la segunda vuelta me encontré a mi amigo Aníbal. Delantero centro del Sabadell que horas antes se había jugado la vida en Leganés y ahí estaba animándome. Me dio fuerzas. Sabía que estaría, pero no pensaba encontrármelo así de golpe. Tras apretar esos 5 kms, en el 16 de nuevo el isquio me iba a dar otro aviso y los cuádriceps se me empezaron a cargar. Pero en el 17 vino el tío del mazo. De pulso iba bien, en torno a 150 ppm. Pero las piernas literalmente se me quedaron sin fuerzas. Los cuádriceps se me pusieron como piedras y era prácticamente imposible hacer el gesto de correr. Me puse a estirar un poco y a comer de nuevo. Me pilló cerca del avituallamiento. Un plátano, un poco de coca cola y la última pastilla de sales. Me hizo algo de efecto y se me pasó la sensación esa de que las piernas me iban a estallar. El 17 lo hice a una media de 05:26 a pesar de todo, el 18 un poco peor, 05:44, y ya en el 19, 20 y 21 no pude bajar de 06:00. Estaba sufriendo, pero a la vez disfrutando. De fondo escuchaba la megafonía de la meta. Ya me daba todo igual. Los ritmos, las piernas y el calor. Sólo pensaba en bajar a la playa y enfilar la recta de meta engalanada con por todos los lados con la marca Ironman. En esa recta me encontré a mi madre junto a mi primo, les choqué la mano y a continuación en el otro lado a Aníbal. Eran los últimos metros. Entré solo. La megafonía dijo un “Emilio, 1202, España” y se me puso la piel de gallina. El momento que tanto me había imaginado, por el que tanto había luchado había llegado y fue tal y como me lo imaginé y lo soñé: espectacular. Al final un tiempo total de 06:28:35. Con una ½ maratón según mi reloj en 01:56:05 y la organización 01:58:35. Los tiempos quedan bien para las estadísticas, pero el domingo no era el día de hacer muchas matemáticas. Había que disfrutar y terminar bien mi primer medio Ironman. Por suerte logré con creces ese objetivo.

Ironman 70.3 de Barcelona

Dedico esta carrera a todas y cada una de las personas que me han apoyado durante este tiempo (Al coger el móvil en la meta tenía 110 whatsapp). A todos los que donaron algo para el reto solidario. A Amigos de Nyumbani por hacerme vivir esta carrera desde el lado de la solidaridad. A Flyhigh por su apoyo en el momento cumbre del reto. A mi mujer Rocío, sin ella no habría sido posible. Muchas horas de entrenamiento, con un embarazo de por medio y el nacimiento de nuestro cuarto hijo Bosco, al que se lo dedico junto a Lucas, Jacobo y Pablo. No me olvido de mi primo Ricardo. Para él esta escapada ha sido muy especial. Para mi entrenador Mario Repes Valgañón. Sin él, este sueño no podría haberse hecho realidad. Mucho apoyo, muchos consejos. Gracias amigo. Pero me vas a tener que aguantar durante muchas más batallas. Juntos hasta el final.

También a mis abuelos. ¡Cano, lo que habrías disfrutado animándome en la bici!

Y cómo no, mención especial para mis padres. Mi madre sufrió, disfrutó y me apoyó in situ y mi padre desde la distancia. Ambos lo vivieron con la lógica tensión de saber que su hijo estaba llevando al cuerpo casi al límite. Va por ellos.

No me puedo olvidar del Colegio Highlands Los Fresnos de Boadilla del Monte. Gracias a Inés Cobelo por su apoyo y difusión de esta historia. La educación de mis hijos no pueden estar en mejores manos.

¿Y ahora qué? Pues de momento a descansar, aunque por mi mente ya van pasando retos mayores. ¿Por qué no un Ironman en 2016? Ya sé que muchos diréis que estoy loco, pero los triatletas ( ya sí me considero uno de ellos) somos así. Creo que en la media distancia no está mi límite.

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