La peor pesadilla de un triatleta
Foto: Flickr // Tots som sport
Trucos y curiosidades / La peor pesadilla de un triatleta

La peor pesadilla de un triatleta

Si el otro día listábamos los sueños de un triatleta, hoy analizamos cuál sería su peor pesadilla, esa que haría que nos despertásemos gritando en medio de la noche con taquicardias, sudores fríos y temblores.

¿Con qué sueñan los triatletas cuando tienen un mal sueño? ¿Cómo sería la peor pesadilla de un triatleta?

Levantarse tarde el día de una competición

Es el gran día. Llevas meses preparando una prueba. Has entrenado como si no hubiera mañana, has seguido una dieta estricta propia de una modelo de las pasarelas de París y has evitado todo tipo de excesos con una vida franciscana.

La noche antes has dejado preparado todo el material en la mesa del salón, le has hecho la foto de rigor y la has subido a instagram.

Has puesto el despertador a las cuatro y media de la mañana. Te vas a dormir, y aunque muy nervioso, terminas conciliando el sueño a eso de las doce de la madrugada.

Y te duermes. Abres los ojos a las seis y veinte. Casi dos horas más tarde de lo debido.

Haces en cinco minutos lo que tenías que hacer en una hora. Vas acelerado, nervioso, como sacado de un capítulo de Benny Hill. No desayunas, sales escopetado para la prueba, a ver si con suerte aún permiten meter la bici.

Foto: Daniel Corleone
Foto: Daniel Corleone

Encontrarse el box cerrado

Pero no. Ya han cerrado boxes porque has llegado a las siete y cuarto y la hora límite eran las siete. Chico, la has cagado.

Busca a un juez y acelerado, mientras con una mano intentas sujetar la bici y con la otra las mochilas para que nada se caiga al suelo, con el casco mal puesto en la cabeza como si fuese una corbata en una boda, que es que te has dormido, que por favor, que te dejen entrar, que llevas meses preparando la prueba.

Y él te dice que lo siente y está cerrado e insistes y al final, tras ponerle la cabeza como un bombo, te dice que tienes que hacer con el oficial, y te lo señala y vas corriendo hacia él, y varias veces te trastabillas con tu propia bicicleta.

Y al llegar a él se lo explicas y te ve con tales pintas que al final te dice que esperes diez minutos que termina de revisar la zona de salida de agua y que te dejan entrar.

Son las ocho menos veinte y la prueba empieza a las ocho. Genial.

No llevar identificación para poder entrar al box

Esperas en el box esos diez minutos. Y abres la cartera para sacar tu documento identificativo y no está ahí. Ves toda tu vida pasar por delante. Ni pasaporte, ni DNI, ni gaitas.

Ahí lo más que hay es el carné del videoclub, dos tarjetas de crédito, la tarjeta de afiliado a Cortefiel y un calendario de 2004 de una tía en bolas.

Viene el oficial. Y lo primero que hace es pedirte la documentación, como si fuera un guardia civil. Y tartamudeas, y tratas de explicarle que eres un cenutrio y que te has olvidado todo.

Él mira a los laterales pensando que ésto es de un programa de televisión de cámara oculta.

Pero no. Al final se da cuenta de que está pasando de verdad. Le dices que se lo traes luego, en cuanto llegues al hotel vuelves a por él, pero que por favor por favor por favor te deje competir. Que prometes no ganar, pero que necesitas hacer la prueba.

Al final te deja entrar.

Foto: Flickr // R Stabler
Foto: Flickr // R Stabler

Hacer una natación horrorosa

Han dado la salida a la prueba y tú estabas aún poniéndote el neopreno. Te encuentras muy cansado y ni has empezado.

Lo bueno de salir tres minutos más tarde que el resto es que no te da una patada nadie. Al menos ya estás compitiendo. Ahora a disfrutar. Bueno, te pican dos medusas en el segmento de natación, en ambas manos, pero a disfrutar.

Al girar una bolla te golpeas un poco con ella y tragas tres veces agua, pero eh, a disfrutar. Y eso sin tener en cuenta que como vas tú solo sin referencias, terminas haciendo eses y recorriendo seiscientos metros más.

¡Pero a disfrutar, eh!

Que se te frene la bici y no sepas por qué

Terminas haciendo la natación once minutos peor que tu peor marca. Uff. Pero ya te subes a la bici. Empiezas a pedalear... ¿Y qué pasa ahí? La bici va más lenta de lo normal.

Aprietas y nada, que no avanzas. 18kms/h marca tu maravilloso garmin que te ha costado un ojo de la cara. En plano. No puede ser. Algo va mal.

Vas tú solo por la carretera, tus supuestos rivales (supuestos porque no has visto ni a uno a lo largo de toda la prueba) transcurren varios kilómetros por delante. Te paras. Te caes al sacar el pie de la cala. Te cagas en tu mala suerte.

Al final descubres que el freno trasero tocaba con la cubierta. Lo arreglas de aquella manera, y tiras para adelante. A 24kms/h, porque el cuerpo ya no te da para más.

Foto: cyclist.co.uk
Foto: cyclist.co.uk

Pero afortunadamente... Te despiertas. Todo ha sido un mal sueño, la peor pesadilla para un triatleta. Son las cuatro y cuarto de la madrugada, la ropa está toda ordenada junto a la bicicleta y el dorsal...

Se oye a los grillos de fondo, al otro lado de la calle. Tienes las pulsaciones a tope del estado de nervios en que te has despertado, pero poco a poco te relajas.

Venga, ¡ahora a competir y disfrutar!

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