
Nunca pierdas la ilusión: cómo superar mentalmente una lesión
Finales de abril. Concretamente el día 20. Hablo con Rubén la noche de antes para subirnos a la sierra con la cabra para hacer un entreno de unos 100km buscando un buen ritmo de competición por un terreno bastante bueno para rodar. Quedan dos meses y poco para el gran objetivo. Mucho trabajo por detrás desde el mes de noviembre preparando el Ironman de Frankfurt. Estoy en mi mejor momento. Nadando como nunca, corriendo también como nunca y en bici reconozco que estaba empezando a ir como un avión.
Rubén me dice que sale para Becerril desde su trabajo, que a veces le toca turno de noche. El esfuerzo que hace para ayudarme es bestial. Yo madrugo bastante y a las 08:00 estoy en la puerta de nuestro B&B Concha. Rubén está ahí como un clavo. Hace buen día, pero en la sierra la sensación térmica es fría y decido ponerme de largo. Aspecto muy importante que luego más adelante os diré el porqué.
La mañana no empezó bien. Ya que nada más salir Rubén tiene partida la roldana de la cabra. Imposible salir. Con toda la parafernalia que habíamos preparado... Decidimos echar las bicis al coche e irnos a una tienda a intentar arreglarlo. Pero claro, no abrían hasta las 10:00 de la mañana. A pesar de la espera lo solucionan y empezamos la marcha. Salimos dirección Soto del Real para bordear Colmenar y llegar hasta Manzanares el Real. Empezamos a rodar bien. Una serie, otra... Las piernas van respondiendo. Pero todo se truncó.
Cogemos la M607, Rubén delante y yo detrás. Y de repente... ¡Zas! Me veo empotrado contra una señal de obras que había puesta en el arcén a la salida de una curva. Rubén puede esquivarla pero yo no. Al suelo y el hombro fuera. Afortunadamente no tengo nada más. Puedo mover bien las piernas e incluso intento colocarme el hombro. Lo primero que me sale es un: "Joder Rubén, adiós a Frankfurt tío." Imaginad la foto. Tirado en el arcén, con el hombro fuera, con un dolor horrible y venga coches pasar. Afortunadamente paró una furgoneta y un coche con una madre y una hija. Jamás podré olvidar lo bien que se portaron conmigo. Vieron la caída y estaban impactadas pero felices por ver que solo tenía fuera el hombro y unas heridas en la rodilla. Muchas veces he pensado que habría sido de mi pierna de no haber ido de largo.
Viene la ambulancia y llevan al Hospital de Villalba. Rubén se queda con la Guardia Civil y con mi bici esperando a que vengan a buscarle. Llamo a mi padre y Rocío para decirle lo que ha pasado. Estoy bien, pero me llevan al hospital. Me cortan el pantalón largo y ¡sorpresa! Vaya heridas tenía en la rodilla. Aunque tampoco le di mucha más importancia. Pensé que se quedaría en eso, solo rasguños. La adrenalina era tan grande que no noté mucho dolor para tener el hueso al aire.
En el Hospital General de Villalba me atendieron de maravilla. Espectacular todo el equipo médico y enfermeras. Me colocan el hombro (¡por fin!) y me empiezan a curar la rodilla. De de las 4 heridas, hay dos muy profundas y en una de ellas se ve el hueso y el tendón rotuliano. Tras bajar a verme el jefe de traumatología para valorar la herida, deciden no coser. Hay tanta suciedad dentro que podría ser peor después si se infecta con los puntos. Así que toca esperar a que se cierre la herida pronto. Horrible. Sí. Horrible. Los días posteriores fueron de los peores de mi vida. Un dolor insoportable en cada cura. Frankfurt se había terminado.
Hablo con Ironman y pido el cambio a Italia, que era el 23 de septiembre. Estamos en mayo y creo que llego de sobra. Pero no. La resonancia del hombro dice que hay que operar y las heridas de la rodilla no se cierran hasta pasado mes y medio. Se acabó la temporada. Todo el trabajo desde noviembre al traste. El 20 de junio paso por quirófano. La operación sale perfecta. El doctor Sánchez Barbero hace un trabajo espectacular. Me dice que en 4 meses estaría dando guerra.
Estaba triste, pero a la vez motivado. Era lo que tocaba. Así viene la vida y había que centrarse en recuperarse bien para seguir haciendo lo que más me gusta. Siempre con energía positiva y pensando que un día más era un día menos para volver. Cuando llega la semana de Frankfurt empiezo a venirme un poco abajo. Me saltan en el móvil las alertas de los vuelos, el hotel... ¡Maldito iPhone! El ver a amigos que vuelan para allá, las redes sociales inundadas de publicaciones sobre una de las mejores carreras Ironman en Europa y tú con el brazo en cabestrillo. Eso sí, en la playa todo es mucho más llevadero. Algo es algo.
Decido que había dos caminos. El de aburrirse, abandonarse y dejar pasar el tiempo, o el de luchar, cuidar la alimentación más que nunca e ir haciendo lo que el cuerpo me iba dejando. Que solo podía andar, pues todos los días una media de 10-12 kilómetros caminando. La cuestión era no parar y seguir activo. Así fui quemando etapas. El hombro iba viento en popa. Cada día mejor. Recuperando movilidad y dando pasos de gigante. En mi mente siempre el volver a sentirme triatleta. Sabía que estaba muy lejos de ello, pero la ilusión seguía intacta. Disfruto cada día del momento que me tocaba vivir y sobre todo, de un verano diferente sin tener que entrenar.
4 meses después de haberme operado (6 meses desde la caída) ya estoy nadando, montando en bici y corriendo. Me vuelvo a sentir triatleta. Estoy más motivado que nunca. Inscrito al Ironman Vitoria 2019. El Ironman que me robó esta temporada aquella señal de tráfico mal colocada en el arcén según el atestado de la Guardia Civil. Durante este tiempo muchos me preguntaban que si iba a dejar la bici o que si le había cogido miedo a la carretera. Respeto siempre, pero miedo nunca. Es cierto que las cosas están como están, pero también corremos peligro cada día con el coche y no dejamos de conducir por ello. Así que seguiré sintiéndome ciclista, disfrutando de este deporte que tanto me apasiona y por supuesto, seguiré luchando por seguir alcanzando mis sueños.
Quería agradecer a Rocío y los niños lo bien que me han cuidado. Lo que se han preocupado por mi y la ilusión que tienen por verme de nuevo competir. Ellos saben que a Papá le gusta mucho disfrazarse de triatleta, así que seguiré siendo su súperheroe favorito. Por supuesto agradecer también a mis padres por su constante apoyo, al Dr. Sánchez Barbero, a todos los fisioterapeutas con los que he coincidido, Alexis, Borja, Alberto, Perico, a mi entrenador Mario Repes, a mi amigo Carlos Rivera por aguantar mis movidas con el hombro y la rodilla, a Noel por darme tanto apoyo, a Ruben y por supuesto a todos los que me habéis dado ánimos todo este tiempo por las redes sociales. Que han sido muchos. Gracias.
Estoy de vuelta.