
Los pequeños placeres cotidianos de un triatleta
Hay un pequeño libro titulado El primer trago de cerveza y otros placeres de la vida, que si no lo habéis leído os lo recomendamos encarecidamente.
A lo largo de sus 112 páginas narra, en capítulos muy breves, cuáles son los placeres cotidianos con los que nos podemos encontrar en nuestro día a día: cosas muy sencillas, muy de andar por casa, pero que nos hacen felices.
Desde pelar guisantes, oler manzanas, conducir de noche o ver en la televisión el Tour de Francia (sea en julio o en septiembre).
- Delerm, Philippe (Autor)
Ver el libro en la estantería de casa nos ha hecho pensar en cuáles son los placeres cotidianos de un triatleta. Y hemos decididos hacer los nuestros, a ver qué os parecen.
Entrenar antes del amanecer
Pocos placeres como salir de casa completamente de noche, sin nadie por la calle, y despertar el día sumándole kilómetros a tus piernas.
Da igual que haga frío o que haga calor: ver amanecer mientras entrenas es algo que solo unos afortunados pueden disfrutar.
Sí, hay que levantarse muy pronto, poner el despertador a horas intempestivas, pero te permite disfrutar de la ciudad como poca gente lo hace. Apenas hay ruido, apenas hay coches y lo que más se oye es el ruido de la suela de tus zapatillas golpeando contra la acera.

Por no hablar de la ducha de después, antes de prepararte para el trabajo. Saber que son las seis y media de la mañana, o las siete, mientras cae el agua por tu cuerpo, y tú ya llevas un diez mil en el cuerpo... Es impagable.
¿Y lo mejor? Que es gratis.
El donut de después de un triatlón
A lo largo de los meses previos a nuestro objetivo de temporada nos toca cuidar la alimentación hasta grado sumo: pechugas de pollo, ensaladas, pasta, fruta...
Una dieta minimalista en aras a llegar finos cual Mario Mola a la primera prueba de la temporada.
Muy pocos caprichos nos podemos dar, y si nos los damos, luego viene cierto regusto a sentimiento de culpabilidad.
Hasta que llega el día de la prueba. Y nadamos, y pedaleamos y corremos. Y llegamos a meta. Y en el bufet hay frutos secos, y sandía, y melón, y bebida isotónica. Pero tú buscas tu premio: tu donut de chocolate, pringoso y dulce. Te lo has ganado.
Abrir el correo con la planificación de la próxima semana
Notificación de nuevo correo. Tu entrenador te escribe con la planificación de la próxima semana.
Ese medio minuto desde que lo abres hasta que terminas de revisarlo en diagonal, sin fijarte en qué actividades tienes, son de una sencillez y felicidad absolutos. ¿Qué toca? ¿Nadar? ¿Pedalear? ¿Correr? ¿Series? Ese correo es un pasito más hasta el sueño de cruzar la meta.
El viento a favor en bicicleta
Salir a pedalear es una gozada. Pero si ya encima nos da el viento a favor, mucho mejor.
Vale, sí, en este deporte todo va de watios, totalmente de acuerdo, en el que nosotros decidimos el esfuerzo que aplicamos, pero la sensación de ir rápido sin apenas dar pedaladas no tiene parangón. Aunque sean apenas unos minutos, nos hace sentir PROs por un instante.
Hacer más kilómetros que tus amigos en el Strava
Strava llegó a nuestras vidas para llevar la competitividad con nuestros amigos más allá de la salida del domingo juntos.
Antes, nos picábamos en un repecho, o en un puerto, o en el sprint final antes de pagar a esperar a los descolgados.
Ahora no. Ahora puedes competir con ellos en tus entrenamientos en solitario, acumulando kilómetros y más kilómetros en el Strava y, llegados al domingo, poder mirar sus volúmenes semanales y decir "he entrenado más que ellos, bien".

La siesta del domingo
Cuando te has pegado todas las palizas que tenías que pegarte a lo largo de la semana, llega un momento en el que te puedes adueñar del sofá y hacer de él tu trinchera.
Y dormir.
Y relajar el cuerpo en brazos de Morfeo. No hay más entrenamientos, no hay series, no hay watios ni largos en la piscina: solo ronquidos, la babilla cayendo por la comisura de la boca y Perico Delgado en televisión narrándonos una nueva llegada en alto.