
¿Quién está realmente detrás del doping tecnológico?
Publica hoy La Gazzetta dello Sport un análisis concienzudo de la bicicleta que el sábado, en los Mundiales de Ciclocross, marcó un antes y un después en el ciclismo profesional al descubrirse un motor en su interior: el primer caso reconocido por la UCI de doping tecnológico. Para poner en perspectiva el caso, L'Equipe ha comparado el incidente con la detención de Willy Voet y los sonados casos de dopaje dentro del equipo Festina en 1998, que fueron el comienzo de posiblemente la época más negra del ciclismo, coronada finalmente con el reconocimiento por parte de Lance Arsmstrong de que durante años estuvo consumiendo EPO.
El tema está en que con el escándalo de Femke Van den Driessche, surgen muchas preguntas. La primera de ellas, es quién está detrás de todo este posible negocio. Porque lo del doping tecnológico no deja de ser un negocio. Triste y oscuro, pero un negocio. Según revela La Gazzetta, en la Willier de la corredora belga (por cierto, la marca italiana ya ha anunciado que se querellará por la mala imagen que de la marca se está dando estos días) se han encontrado dos maquinarias distintas:

El primer lugar, el "motorcito" de marras, que aporta una potencia extra de entre 50 y 500 watios, y que podría tener un precio en el mercado cercano a los 20.000 euros. En segundo lugar, se habla de otro sistema, mucho más avanzado tecnológicamente, disimulado en el interior de la rueda trasera, y que supondría una inversión aproximada de 200.000 euros. Es un sistema que proporciona entre 20 y 60 watios a mayores de los que se pueden desarrollar sin ayuda exógena, pero muy útiles, lo suficiente como para convertir a un ciclista de nivel medio profesional en un fenómeno: los grandes campeones pueden desarrollar entre 410 y 420 watios aproximadamente. El porcentaje de incremento cruza, sin duda, la línea roja entre quedar segundo y quedar primero.

Está claro que una corredora de 19 años no tiene los ingresos suficientes como para hacer una inversión de 220.000 euros solo para asegurarse unos segundos de ventaja ante sus rivales más cercanas. Y más si cabe si hablamos de ciclocross, una categoría mucho más pequeña que el ciclismo en carretera, y con menos acceso a mover cantidades de ese calibre. ¿Entonces quién se hace cargo de una inversión así? ¿Quién convence a Femke Van den Driessche de ser su conejillo de indias?
Llevamos hablando de doping tecnológico desde el 6 de abril de 2010, cuando Fabian Cancellara voló en Flandes. Una semana después, pasó lo mismo en Roubaix; hasta que mes y medio después Davide Cassani muestra el truco en televisión. Los involucrados niegan la mayor, y todo queda en aguas de borrajas. Luego viene lo de Hesjedal en La Vuelta de 2014...
Y ya uno no sabe qué pensar. ¿Quién sale realmente beneficiado de la instalación de toda esta maquinaria? ¿Cuánto tardará en aparecer entre los populares? ¿No da todo esto un poco de miedo?