
Sam Laidlow relata cómo fue su infierno en IRONMAN Lanzarote
El Subcampeón del Mundo de IRONMAN, Sam Laidlow, vivió el pasado fin de semana un auténtico infierno en su primera participación en Lanzarote.
Él mismo lo ha relatado en su último vídeo de youtube, en el que desvela los pormenores de su paso por la prueba, marcada por dificultades mecánicas, la deshidratación y los límites físicos y mentales.
Un amanecer optimista
La mañana de la carrera, Sam comenzaba en un estado físico idóneo, "me levanto, me siento bien, y consulto mi Whoop" comenta. "Me indica que estoy en buena forma, el HRV está muy alto, la recuperación es buena a pesar de que solo he dormido unas cinco horas".
Pero no todo iba a ser perfecto, algunos problemas mecánicos y un olvido clave pusieron a prueba su paciencia antes de la salida. "Había decidido usar un camelbak por razones aerodinámicas y porque necesito beber mucho y me lo olvidé en el hotel. Tuve algunos problemas mecánicos que estuve intentando solucionar, así que llegué un poco tarde a la línea de salida".
El último gran fichaje de HOKA tomó la delantera en la natación, un segmento en el que normalmente se siente fuerte. Sin embargo, algo no iba bien. "Ya en la segunda vuelta de la natación, empezaba a sentirme débil, que es raro. Normalmente, es donde me siento más fuerte es en la segunda mitad de la natación de un IRONMAN".
Pero, a pesar de la debilidad que sentía, no se dejó abrumar por las sensaciones, centrándose en lo que debía hacer. "Salí del agua primero y no pensé demasiado en cómo me sentía. Me centré en lo que tenía que hacer".

El segmento de bicicleta, el comienzo del fin
Los durísimos 180 kilómetros del segmento ciclista, que rodea toda la isla de Lanzarote, fueron el inicio de su infierno personal. Pese a llevar la delantera y mantener un ritmo fuerte, comenzaron a aparecer las piedras en el camino. "Tuve dos problemas mecánicos. Mi cadena se salía y una vez tuve que parar", recuerda el de HED, que veía cómo su ventaja disminuía.
"Después de dos horas y media, de repente, se me acabó todo y ni siquiera podía mantener los vatios que normalmente hago en el entrenamiento". Lo más frustrante, señala el francés, es que "mi potencia total fue muy similar a muchos de los rodajes que he hecho en el entrenamiento donde promedié como 120 pulsaciones. Fue bastante triste verlo".

La carrera a pie, entre la ilusión y la decepción
Llegó la maratón, con sus 42 duros kilómetros entre sol y viento. Pese a que Laidlow luchaba con cada fibra de su ser por seguir adelante, vio que apenas era posible andar. "Empecé e intenté correr, pero estaba totalmente muerto. Cada paso que daba era un sufrimiento. Llegué a la mitad de la maratón y simplemente no podía más. Estaba al borde de la deshidratación, y no había manera de continuar a ese ritmo".
A pesar de todo, Laidlow se negó a abandonar, insistiendo en completar el recorrido, aunque fuera caminando. "Mi padre me animaba desde la línea de meta, me decía que siguiera adelante, que al menos terminara, aunque fuera caminando. Esa fue probablemente la parte más dura de la carrera, sabiendo que ya no podía ganar, pero decidido a no abandonar".
Lamentablemente, tampoco pudo conseguir este último hito, ya que al final sí se vio forzado a abandonar y marcar el sexto DNF de su carrera profesional.
Visita al hospital
Después de la competición, Laidlow pasó algunas horas en el hospital para recibir tratamiento por deshidratación severa.
"Me enseñó mucho sobre mi resistencia mental y sobre cómo manejar la adversidad", confesó. "En el futuro, necesito ser más cuidadoso con mi hidratación y asegurarme de que estoy bien preparado en todos los aspectos para la carrera. También he aprendido que a veces, las cosas no salen como uno espera, pero eso no significa que deba abandonar. Solo significa que necesito aprender y mejorar para la próxima vez".