Triatló de Catalunya
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Triatló de Catalunya

Desde tiempos inmemoriales, la primera semana de septiembre, se celebra la batalla del lago de Banyoles, la que decide la guerra.

A lo largo del año, el ejército verdinegro de triatletas de Cerdanyola, se había enfrentado con valentía y coraje, en batallas, escaramuzas y duelos, con ejércitos de triatletas de regiones vecinas. Sin embargo, los resultados fueron dispares, y la guerra estaba aún por decidir. Los puestos de ascenso a la primera división no tenían aún dueño.

El ejército verdinegro movilizó sus tropas, casi por entero, aún con las numerosas bajas sufridas en batallas anteriores, a la localidad gerundense de Banyoles. Siendo como era, la última de las batallas, la definitiva, cada hombre y mujer decidieron ofrecerse para ayudar en lo que cada uno pudiera. Desde sabios y reposados magos celtas, veloces e intrépidos exploradores, aguerrida infantería, poderosa caballería de combate, bellas hechiceras, y al mando, el comandante en jefe, general de mil batallas pasadas.

El campo de batalla


El campo de batalla es ya de sobras conocidos por los anónimos soldados, que enfundados en los coloridos uniformes de sus respectivas casas iban acercándose, en sus monturas, a la zona de boxes. En el año XXX, la batalla naval y las carreteras habían sido modificadas respecto a ediciones anteriores. Unifican el circuito de guerreros de élite con el resto del grueso de las tropas, en el agua, se realizan dos vueltas a un circuito cuadrado, saliendo desde el Club Nàutic Banyoles.

Sector natación. XXX Triatló Catalunya
Sector natación. XXX Triatló Catalunya


 La bicicleta también varía respecto al año anterior, son dos vueltas a un circuito muy fácil. Ir hasta Esponellà y volver. El circuito es fácil en cuanto a que se circula en un sentido y se vuelve por la misma carretera, lo que permite reconocer el terreno. Sin embargo, se trata de una carretera estrecha, con tramos de bajada pronunciada cuando se acerca a Esponellà, en los que unos conos y hombres de las tropas del rey en medio de la carrera hacen de límite entre los que van y los que vienen. Es un circuito peligroso, los grupos están permitidos y son de fácil formación, e ir cruzando grupos numerosos en una carretera de curvas estrechas es ir aumentando las posibilidades de tener una partida de morros masiva. A poco que un electrón loco se aleje ligeramente de la órbita del núcleo, y trace un poco más largo, monta una escabechina de muy padre y señor mío.

Es justo decir, que durante toda la batalla, no presencié ningún incidente más allá de los continuos sustos por circular como cuadrigas romanas desbocadas.

Sector Ciclismo. XXX Triatló Catalunya
Sector Ciclismo. XXX Triatló Catalunya

 

Desnivel sector ciclismo. XXX Triatló Catalunya
Desnivel sector ciclismo. XXX Triatló Catalunya

El tramo final a pie, dos vueltas, se mantiene inmutable respecto a otros años. Dos vueltas por un circuito que mezcla asfalto, tierra y césped, en el que el tramo final transcurre por un sinuoso recorrido de curvas bastante molesto, pero que facilita a los espectadores ver cómo se van despellejando los soldados en los últimos compases de la batalla.

Las armas estan listas, los uniformes relucientes. El ejercito de Cerdanyola se reúne una última vez, la consigna está clara, la lucha será hasta el final y, si conviene, será a muerte.

 

La batalla


Nos dirigimos, cada uno consciente de sus posibilidades, a la línea de salida. Los guerreros de élite salen unos minutos antes. Nuestro ya legendario explorador Garanto saldrá con ellos. Con instrucciones muy precisas de la sección de inteligencia y datos, comandada desde la sombra por el capitán Gabri. La élite sale. Cómodos ellos, poca gente, espacio, batiéndose en duelo, pero sin el fango que ensuciará nuestras botas. Son caballeros de guante blanco y brazada fácil. Los vemos alejarse, con un punto entre admiración y desdén. Qué sabrán ellos de darse de ostias hasta la primera boya.

La chusma vamos detrás. La juez suprema decide retrasar aún más la prueba, por una caprichosa voluntad, por tocar los cojones al personal o como muestra de autoridad. Aquí estoy yo. Y ahora los que estéis en el agua, os salís. Y ahora volvéis a entrar. La salida es desde el agua, desde detrás de una corchera, a la que hay que darle un bocado para salir ya con sabor a sangre en la boca.

Entre la élite y la chusma, han salido las chicas. Que en nuestro ejército, es como decir que han salido delfines. Las hechiceras se deslizan por el agua con gráciles movimientos, fluyen por entre el líquido elemento con una eficiencia que no tiene igual. Los hombres, sin embargo, intentamos avasallarla, doblegarla con golpes y fuerza bruta. Pero no hay fuerza posible contra el tridente de Neptuno. Y allá vamos. No contentos con ser ineficientes hasta extremos absurdos, decidimos matarnos entre nosotros. El vencedor no es el que llegue antes. Es el que llegue vivo. Salimos todos juntos, y como tanto nos amamos, me abrazan varias veces, me hacen cosquillas en los pies y me dan afectuosos coscorrones. Las boyas están cerca, se ven, el lago no tiene olas, así que no se da esa aleatoriedad en la que uno decide mirar, y ve ola; decide mirar y ve salpicaduras; decide mirar y finalmente ve la boya.

A partir de la primera boya, se puede decir que la cosa se espacia, los soldados van buscando su espacio, saben que la batalla es larga, que el agua es importante, y que no conviene retrasarse demasiado. Nadamos como en un banco de peces, pero respetando las distancias. Se estabilizan las pulsaciones, no brilla el sol, ni cantan los pájaros, pero nos vamos sintiendo a gusto. Esto ya ha empezado. Y así iba yo, soldado de baja estofa, infante de pie ligero recién ascendido a dragón de caballería. Disfrutando. En la tercera boya, de vuelta otra vez a la primera, los soldados de élite, que nos llevan ventaja, deciden pasarme por encima. Me sacan un par de metros de mi trayectoria hasta que me doy cuenta de lo que ha pasado, aturdido por los golpes y con un borbotón de mecagoentusmuertos aflorándome por entre los labios.

Salgo del agua, miro el cielo, por la posición del sol sé que he nadado en 26min51seg, para unos 1 700m finales, que cálculo triangulando entre árboles. La primera impresión es que ya voy perdiendo la batalla desde el inicio. ¿Cuantas veces se cree uno que ha nadado más rápido de lo que dicen después sus tiempos? ¿Siempre? Como un pez fuera del agua, boqueo al máximo para llenar mis pulmones de oxígeno, bajo el ritmo para recuperar pulsaciones, cuando noto que el vació se hace detrás de mí, y que una exhalación verdinegra pasa por mi lado. El comandante en jefe, MMorales, perro viejo de mil batallas, sabe que no hay detalles que descuidar e interrumpe mi breve respiro, exhortándome a seguirlo en una carrera loca por la alfombra azul, a ritmo de serie de Mo Farah. Decido no reventar mi sistema cardiorespiratorio, a ver si puede aguantarme unos años más antes de cambiarlo. Unos metros serán suficientes.

El dragón por delante del comandante en jefe
El dragón por delante del comandante en jefe

Como se que el mundo está plagado de incrédulos y desconfiados, aquí tenéis la prueba. Entre estas dos fotos apenas han transcurrido 30 miserables segundos. Y el comandante ya me sacaba de decenas de metros. Su cara demuestra que estaba disfrutando al máximo del fugaz momento.

 

El comandante por delante del dragón
El comandante por delante del dragón

Entramos a buscar nuestras monturas, mi negro Bucéfalo me espera paciente. Es precioso. Tan negro, tan musculoso. Piafando salimos de las cuadras intentando no perder la figura de nuestro comandante. Bucéfalo y yo nos entendemos a la perfección, y me subo a él en marcha, sin impacto violento en los cojones. En unos metros, doy alcance al jefe de los arqueros, Àlex, el primero en salir del agua de nuestro ejército de chusma. Entre los guerreros de élite, el explorador Garanto, haciendo gala de su habitual gallardía y extraño fetichismo, se juega el infarto de miocardio por unos pies, saliendo del agua en 24min48, en la posición 88.

El arquero no puede seguir el ritmo de mi Bucéfalo y me despido avistando ya a nuestro comandante, unos metros por delante. Organizamos un batallón multicolor, unidos únicamente por el momentáneo interés de volver a Banyoles cuanto antes. Ni mi comandante ni yo escatimamos esfuerzos liderando el grupo, y haciendo que los soldados agachen su cabeza, buscando con su mirada perdida esos gramos de aliento y fuerza que necesitan para no ceder terreno.

El dragón comandando el batallón.
El dragón comandando el batallón. Fuente: Triatletas en Red

 

 Si en alguna ocasión habéis tenido la oportunidad de ver al ejercito de Cerdanyola en acción, sabréis que es difícil contemplar estampas tan majestuosas, con el refulgente verde de esos tirantes sexies que insinúan pero no dejan ver, ese negro que oculta paquete, y con nuestra querida senyera bordada en hilo de oro y carmesí.

La batalla en bicicleta está servida, los arreones son de aúpa, pero no son violentas traiciones al orden del grupo. La virgen hace presencia en algún momento para comentarnos que no, que hoy no moriremos por un plato de 52 dientes atravesando nuestra garganta. Lo digo aquí, una y otra vez, y no me canso de gritarlo en cuanto tengo oportunidad. El que adelante por la derecha en un pelotón de triatletas desbocados, es subnormal.

Temiendo que mi comandante decidiera prescindir de mí en la carrera a pie, me sitúo en las primeras posiciones del grupo a la llegada de nuevo a las cuadras para dejar nuestras monturas. Descabalgamos en marcha, unos 15 soldados en apenas unos metros cuadrados. Otro buen momento para tirar por la borda años de ortodoncia.

Hemos viajado, según el cálculo del vuelo de los pájaros, a 36.6 km/hora, por un circuito con 300m de desnivel, para una distancia total de 39.40km.

Voladoras en los pies y visera para protegerme de miradas y ocultar el sufrimiento. Porque sol, lo que se dice sol, no. Recojo la droga que me queda, un buen surtido de taurina nunca viene mal cuando la primera línea tiene que abandonar el refugio de las trincheras para enfrentarse al fuego enemigo.

La batalla ya se está perfilando, es en estos compases cuando el grupo de mando, externo a la batalla, cobra su importancia. Un mensaje en clave, vociferado desde las vallas, me avisa de que nuestro explorador Garanto  se encuentra malherido y corre por entre el bosque, a duras penas, unos minutos por delante de mí.

Adentrarse en el bosque de Banyoles no está exento de riesgos, el ritmo es alto, los soldados van cayendo bajo el fuego de su propio cansancio, y el resto del mundo se va desvaneciendo mientras nos aislamos cada vez más, dentro de nuestro propio cuerpo, buscando encontrar la mejor versión de nosotros mismos.

El grupo de mando, me vuelve a informar, al final de la primera vuelta, el ritmo es bueno, vamos a 3:50 min/km, según el movimiento de las hojas al pasar. Han localizado al enemigo, no pueden entrar delante nuestro, el orgullo y las posiciones de primera están en juego. Eso y el forro de mis pelotas, con el que Txema me amenaza con hacerse un bolso cruzado, de macho a la moda.

Quedamos tan pocos y estamos tan lejos los unos de los otros, que apenas me cruzo con compañeros, con soldados amigos. Algunas chicas, que van batiéndose el cobre, como la increíble Belén Hidalgo, que a la postre quedaría en 14º lugar absoluto en la clasificación femenina. O el delfín Irene, más incómoda en el tramo a pie que en el agua. También podemos cruzar, trozos de palabras entre jadeos, con el espigado y siempre afable Josué.

El final ya se acerca, y en los últimos metros supero a mi mortal enemigo, en un cambio de ritmo rastrero y vil, digno de la peor comadreja, pero mira chico…

Apretando el culo
Apretando el culo

En meta me reúno con nuestro héroe en ciernes, Garanto, herido, pero feliz de haber contribuido a la victoria. Y con el comandante MMorales, que cierra el terceto que puntúa en la particular batalla. El resto de soldados de Cerdanyola van llegando también, no tenemos ninguna baja, cada uno ha dado lo mejor de sí mismo, bajo el paraguas de un objetivo común.

¿Oh? ¿Dije victoria? Sí, victoria. Porque hemos ganado la guerra. La que decidimos ponernos como objetivo. Ya somos un equipo de primera.

 

Equipo de primera
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Todos los que le damos al triatlón estamos obsesionados por encontrar la cadencia perfecta en el segmento de carrera a pie. Sobre todo los que le damos a la distancia ironman: salimos jodidos de la bici y lo único que queremos (aparte de llegar a meta) es no perder eficiencia. Así que una cadencia correcta puede ayudarnos a ir más rápido y no maltratar tanto nuestro sistema aeróbico y esquelético.

Lo suyo es que alcanzar una cadencia de más o menos unos 90 golpeos con cada pie (si fuésemos maratonianos de élite alcanzaríamos las 96, pero tampoco hace falta llegar a esos límites). Con ello conseguimos una de cosas básicas. En primer lugar, al minimizar el impacto contra el suelo, reducimos el daño causado a los músculos.

En segundo lugar, partiendo de la premisa de que para alcanzar esa frecuencia necesitamos un buen estado de forma, conseguiremos ir más rápido manteniendo constante la frecuencia cardiaca.

¿Y cómo carajos se consigue una alta cadencia, eh, eh? Pues con una buena inclinación hacia delante (aproximadamente cinco grados) y colocando el pie debajo de la cadera, en lugar de por delante. Esto nos hace tener más cadencia automáticamente, sin necesidad de esfuerzo adicional.

Así que a partir de ahora, ya sabéis que toca: un día, en la pista de atletismo, pedid a alguien que os grabe un momento en carrera, y a partir de ahí descomponed vuestros movimientos para poder mejorarlos. Hace unos días publicábamos un vídeo de entrenamiento de técnica de carrera, así que si queréis, tiráis de él.  Lo principal es que el pie golpee el suelo por debajo de la cadera y buscar zancadas más cortas de lo habitual.

A partir de ahí, todo serán beneficios.

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