
Qué es y cómo se trata un edema óseo
El edema óseo es una acumulación de sangre y líquidos inflamatorios en el interior de un hueso.
Los huesos se componen de dos partes bien diferenciadas. El hueso cortical o compacto es la parte exterior, una fina capa de hueso, dura, compacta y resistente. El hueso trabecular o esponjoso es la parte interior, formada por una malla de finas trabéculas de hueso rellenas de vasos sanguíneos. El edema se forma en esta parte interna aunque, si no se trata y resuelve, la lesión del hueso trabecular progresa y puede acabar dañando la capa cortical del hueso, produciéndose la temible fisura o fractura de estrés.
Las localizaciones más frecuentes de los edemas óseos en corredores suele ser en huesos del pie y tobillo, como el calcáneo, astrágalo o metatarsianos, la tibia y la rodilla. En mujeres se ha descrito también el edema óseo en la cabeza del fémur o cadera.
Causas
El edema óseo puede tener muchas causas. En el mundo del deporte, casi siempre está relacionado con traumatismos, bien sea un gran traumatismo por una caída, golpe o accidente o microtraumatismos repetidos que acaban rompiendo esta red de vasos sanguíneos del hueso esponjoso produciéndose un sangrado o hematoma dentro del hueso, el cual genera una respuesta inflamatoria alrededor.
La mayoría de edemas óseos en deportistas que no han sufrido ningún traumatismo importante se deben al microtraumatismo repetido que supone la carrera a pie. En una carrera de tan sólo 10 km, impactamos alrededor de 8.000 veces contra el suelo y cada impacto supone más de 10 veces el peso de nuestro cuerpo, carga que se incrementa con la velocidad. El grado de impacto depende de muchos otros factores, además de la velocidad y el peso del corredor. El terreno sobre el que se corre es uno de ellos, la dureza del asfalto produce mayor impacto que correr sobre terrenos con césped, tierra, o incluso una cinta de gimnasio, terrenos más blandos que amortiguan más el impacto. La inclinación del terreno también influye, correr en pendiente descendente es más traumático para el esqueleto. La técnica de carrera es un factor muy importante a la hora de minimizar el impacto. Los atletas que talonean, es decir, que inician la pisada por el talón, además de ser más lentos corriendo, generan mucho más impacto sobre el esqueleto que aquellos que entran con la punta del pie y corren casi de puntillas, sin que su talón toque el suelo. Es importante intentar minimizar el impacto modificando todos aquellos factores que influyen que sean susceptibles de cambio. Evitar el sobrepeso, intentar salir a correr sobre terrenos más blandos como pistas o superficies con césped y evitar correr siempre sobre puro asfalto. En la medida de lo posible, guardar las tiradas largas sobre asfalto para las competiciones. Mejorar nuestra técnica de carrera y llevar un buen calzado adaptado a nuestros pies y nuestra pisada es también de suma importancia.
Diagnóstico
La sintomatología del edema óseo es el dolor. Un dolor sordo y continuo localizado mientras corremos que desaparece tras unas horas de reposo para reaparecer cuando volvemos a correr. Si la lesión no es tratada convenientemente, el dolor puede manifestarse también en reposo, llegando a dificultar la marcha normal de la persona. Cuando esto ocurre, normalmente es porque el edema ya se ha convertido en una fisura de estrés.
El problema del edema óseo es diagnosticarlo a tiempo ya que no es visible en las radiografías. Al ser las radiografías normales, muy a menudo se diagnostican erróneamente otro tipo de lesiones o sobrecargas musculares, no se hace la descarga del hueso ni el suficiente reposo y este edema acaba progresando a una fractura de estrés. Para diagnosticar el edema óseo, será necesaria la visita al médico y una resonancia magnética.
Como ejemplo de las dificultades diagnósticas de esta dolencia, os contaré mi experiencia personal al respecto. Yo sufrí un edema óseo en la cadera, concretamente en el cuello del fémur. Inicialmente el dolor solo hacía acto de presencia al correr y desaparecía completamente con el reposo pero reaparecía corriendo. Era un dolor soportable pero persistente, siempre me acompañaba corriendo. No obstante, en mi vida normal, caminando, no sentía ningún dolor, ni tampoco pedaleando. Fui diagnosticada de todo tipo de dolencias banales, sobrecargas musculares y tendinosas, que si el síndrome piramidal, que si tendinitis glútea, etc.. Dado que desconocía la naturaleza de mi dolor, no hice ninguna descarga del hueso ni el tratamiento apropiado y aquello obviamente progresó de tal forma que acabé andando coja en mi vida diaria con un dolor insoportable incluso en reposo. Una resonancia confirmó la existencia de edema en el cuello femoral con una fisura de estrés añadida. Si llego a tardar unos pocos días más a empezar a hacer descarga, aquello hubiera acabado en una fractura del cuello del fémur que significa entrar en quirófano y acabar con un clavo. Así que mucho cuidado con los dolores localizados en pies, tibia, rodilla o cadera, aunque sean soportables y solo aparezcan corriendo y aparentemente parezcan inofensivos o causados por una banal sobrecarga, cuando persisten hay que visitar al médico, no basta con una visita al fisioterapeuta. Éstos son muy buenos profesionales y saben mucho, pero para diagnosticar adecuadamente el edema óseo, hacen falta exploraciones complementarias y valoración por un médico.
Tratamiento
No hay más remedio que hacer reposo, el gran desconocido y enemigo de los corredores. Al reposo deportivo hay que sumar la descarga del hueso, es decir, evitar cargar peso sobre el mismo y esto implica, en los huesos de la extremidad inferior, andar con muletas. El tiempo variará según la localización de la lesión. Los edemas en huesos más proximales al centro del cuerpo y los localizados en articulaciones son más graves y requieren más tiempo de recuperación que aquellos huesos más distales y no situados en ninguna articulación. Por orden de más a menos grave sería el edema en la cadera, el fémur, la rodilla, la tíbia, el tobillo y en los metatarsianos. El periodo de recuperación variará entre 4 y 6 semanas, aunque el reposo y la descarga no ha de durar necesariamente tanto tiempo. Según la localización y extensión del edema, es posible que a partir de las 2-3 semanas se pueda empezar a hacer ejercicio sin impacto, como nadar, hacer elíptica o pedalear.
Otro tratamiento efectivo dentro de la fisioterapia es la magnetoterapia. Esta ayuda a la curación del edema, a la consolidación de la fractura de estrés, si existe y a combatir el dolor.