Cómo entrenar la maratón de un Ironman sin fallecer en el intento
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Cómo entrenar la maratón de un Ironman sin fallecer en el intento

A veces nos obsesionamos con entrenar y sólo pensamos en sumar y sumar kilómetros. Para que veáis cómo con menos también se hace más, os voy a mostrar un breve resumen de los kilómetros de carrera a pie que yo hice para terminar el Ironman de Mallorca 2014.

Mi planificación era de un total de 40 semanas aunque como tenía pruebas intermedias de mtb, digamos que sólo hice efectivas 100% para la preparación del Ironman las últimas 12 semanas.

Así, y debido a unas molestias que tenía en la cadera que me afectaba a la rodilla, estuve 109 días sin correr, con lo que mi preparación para la maratón fue a -9 semanas del Ironman.

  • En la semana -8 empecé a correr (después de esos 109 días), sólo dos días, 7,5 y 6km a ritmos muy bajos.
  • En la semana -7 corrí 3 días (7km ,7km  y 5km).
  • Ya en la semana -6 conseguí meter 50km en 4 salidas, una de las salidas fue de 21km a 4:35min/km.
  • En la semana -5 hice un total de 32km.
  • En la semana -4 hice un total de 37km.
  • En la semana -3 hice un total de 49km. Una salida fue de 27km a 4:17min/km.
  • En la semana -2 hice un total de 22km.
  • En la semana -1 hice un total de 14km.
  • En la semana 0 no corrí, sólo un poco de bici.

Todas las salidas eran o de 7-8km o de 12-14km. No más. Los ritmos siempre entre 4:00 y 4:20min/km. No hice series por miedo a caer en la lesión de la cadera. Sólo rodajes.

En 40 semanas de preparación del Ironman corrí un total de 424km, pero es que en esas 8 semanas después de los 109 días sin ponerme las zapas, corrí un total aproximado de 236,5km.

En el Ironman de Mallorca hice 3:29h en la maratón.

Con esto lo que me gustaría es hacer ver que no hay que machacarse las rodillas corriendo para preparar la maratón de un Ironman. Posiblemente haciendo un buen entreno de bici puedas suplir parte de los entrenamientos de la carrera a pie.

Tampoco quiero que veáis esto como un posible plan de entrenamiento de cara a la maratón de un Ironman, no soy un súper heroe. Sólo quiero transmitir tranquilidad. Es decir, que si estás en mitad de la preparación de un Ironman y te lesionas y no puedes correr, y te empiezas a agobiar pensando que si no corres no vas a poder entrenar bien la maratón, y que no llegarás con garantías, párate un segundo a pensar en este post y en cómo con entrenamiento de bici y de natación y fortaleciendo bien en gimnasio conseguí suplir parte de los entrenamientos de carrera a pie.

Mucho ánimo a todos aquellos que ya estáis restando semanas para vuestros retos.

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No nos engañemos. La salud del deportista está muy bien, pero aquí, si nos preguntamos por que corremos, una amplia mayoría, en nuestro fuero interno, tendremos que reconocer que lo hacemos por el mero hecho de, de aquí en unos años, ser recordados. O por entre nuestro grupo de amigos, o nuestra familia. O incluso por nosotros mismos, por el mero hecho nostálgico de coger una foto entrando en meta y poder decir "yo lo hice".

Así que ya puestos a tratar de alcanzar la gloria, aquí os van diez maratones a lo largo del planeta que hay que correr al menos una vez en la vida.

Olympus Marathon:

Vale, sí,  tenéis razón: el Maratón del Olimpo no es un maratón como tal, dado que tiene 44 kilómetros, algo más de un kilómetro y medio de la distancia original. Pero qué coños, había que empezar el listado en Grecia, la patria de Filípides, y creo que de todas las carreras allí organizadas, esta es la que -personalmente- más ganas tengo de correr, con sus tres mil metros de desnivel positivo. Mirad el vídeo promocional. ¿Realmente no os entran unas ganas locas de salir a entrenar ahora mismo?

Maratón de Nueva York

Poco voy a poder decir del Maratón de Nueva York que no esté dicho ya. Yo espero estar allí en 2016, pero reconozco que con los precios que se manejan, es algo para pensárselo dos veces. Sea como sea, es el maratón más mediático de todos, y recorrer las calles de Manhattan, con su suelo lamentable, lleno de baches, adoquines y zonas levantadas, y pasar por Central Park, hay que hacerlo sí o sí una vez en la vida. Así que comienza a ahorrar...

Untertage Sparkassen Marathon

El único maratón no recomendado para claustrofóbicos. Y es que el Untertage Sparkassen Marathon, que se disputa desde hace once años en noviembre, transcurre a lo largo de una mina alemana, a 700 metros bajo tierra, a lo largo de 4 vueltas de 10'5 kms cada una con 310 metros de desnivel positivo. Obviamente el número de plazas es reducidísimo, así que hay que estar muy rápido y listo para pillar uno de los dorsales. Yo estoy a ver si con un poco de suerte este año tengo que viajar dos veces a las tierras de la Merkel: Ironman de Frankfurt en junio, Undertage Sparkassen Marathon en noviembre :-)

Great Wall Marathon

Ir a La Gran Muralla China a correr un maratón tiene que ser el copón bendito. Imaginaos, uno de los pocos monumentos de la tierra que se ve desde el espacio, y ahí estáis vosotros, zancada a zancada, acercándoos a la gloria. Buff, tremendo. Eso sí, preparad también el talonario, que la cosa barata no sale...

Marathon du Medoc

Si se autoproclaman "el maratón más largo del mundo"... ya os aviso que no es que sea por su altimetría. No os asustéis. Más bien el Marathón du Medoc es conocido por sus veinte puestos de avituallamiento, donde en vez de bebida isotónica, geles, frutos secos y cocacola, podréis encontrar queso, vino y ostras entre otras magníficas viandas. El típico maratón que es una auténtica fiesta -hay que hacerlo disfrazado, de hecho- y olvidarse de la marca.


Maratón de Berlín

El record del mundo, en manos de Dennis Kimetto, se ha logrado por las calles de la capital alemana, así que correr por ellas es obligatorio. Recorrido completamente plano, siempre con una temperatura ideal, y con el aliciente de recorrer una de las ciudades europeas más bonitas. Aparte, a lo largo de todo el recorrido hay gente animando. Y ya sabéis, a los deportistas nos encanta que nos aplaudan...

Maratón de Barcelona

Aquí voy a hacer un poco de autobombo, ya me conocéis. Y es que creo que si hay que correr un maratón en la Península Ibérica, tiene que ser el de la Ciudad Condal. Y es que el Maratón de Barcelona tiene un recorrido cojonudo, pasando por todos los edificios emblemáticos de la ciudad. Quizás no es tan rápido como Sevilla o Valencia... pero qué carajos, no todos los días se puede correr por Paseo de Gracia o La Sagrada Familia...

Foto de portada: NYC Marathon.

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Si alguna vez te has calzado unas zapatillas, has salido a la calle, has empezado a correr y has terminado extenuado, apoyado en un árbol tratando de coger aire, sin duda has fantaseado en cómo tiene que ser la sensación de acabar un maratón. Si has sido de los afortunados que han sido capaces de recorrer los cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros, mi más sincera enhorabuena. Si aún sueñas con ello, desde Planeta Triatlón te animamos a que perseveres, que luches, que sudes, te canses, que notes que te duelen las piernas tras las tiradas largas hasta conseguir esa dichosa medalla. Porque amigos míos, acabar un maratón es la hostia.

El domingo corrí por cuarta ocasión el maratón de Barcelona. Bueno, correr es un decir, porque terminé abandonando en el kilómetro 31. Tampoco quiero extenderme mucho, porque no es el tema que quiero tratar, pero sí que contaré que hasta el kilómetro 25 iba bien, a ritmo de 4'50", lo que suponía llegar a meta en 3h24', mejorando en seis minutos mi mejor marca personal. Sí, una marca del montón, de esas que nunca nadie recordará, pero al fin y al cabo mi marca, esa de la que estoy orgulloso y cuya consecución, calle a calle, cuesta a cuesta, puedo recordar con los ojos cerrados. Pero el domingo no era mi día, no me lo había ganado y tuve que ceder ante las obviedades: no había preparado bien la prueba.

Pero la verdad, mi abandono es lo de menos. Llevo ocho maratones en mis piernas y ya he pasado la fase de tener que acabarlo. Porque esto es jodido, eh, que a lo largo del recorrido siempre surgen imprevistos que, por desgracia, suelen ser dolorosos. Cuando el muro te llega, cuando te golpea el hombre del mazo y te quedas sin fuerzas, hay que ser muy valiente y tenerlos bien puestos, para saber sufrir esos ocho, nueve, diez kilómetros que faltan hasta el arco de meta. Y aquí es donde entran en juego las pequeñas historias, esa de cada uno, que llenan de orgullo a un finisher de maratón: dolores por una herida en el pie, una ampolla, contractura en el gemelo. Y la capacidad humana para saber sufrir para alcanzar un sueño, saber apretar los dientes y continuar, dar un paso, otro, otro, y así hasta alcanzar los últimos doscientos metros, esos en los que hay miles de personas animando y apenas oyes el estruendo: sólo te oyes a ti diciéndote que eres un puto crack y te llegan de pronto a la memoria todos los entrenamientos, los días de lluvia, los días de sol, las mañanas de sábado levantándote pronto para poder entrenar, las dudas, los temores...

Y cruzas la meta en cuatro horas, y sonríes y tienes alguna que otra gana de llorar y te fallan las piernas y te sientes, por un instante, completamente invencible.

Porque el orgullo de acabar un maratón es indescriptible.

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Nuestro amigo Samuel García nos cuenta cómo ha vivido su primera Maratón de Sevilla en su ciudad.

Que un Domingo cualquiera sonara el despertador a las 5:30 de la mañana no sería un placer para casi ninguna persona, pero los nervios no permitieron ni un solo segundo de alarma del móvil.  Meticuloso y con tranquilidad de haberlo dejado todo preparado el día anterior, la ropa, la bolsa del corredor, el dorsal, la alimentación etc… fui disfrutando de cada una de las sensaciones de ese día tan esperado.  El desayuno el habitual pero en más cantidad, nada de experimentos.

Salir de casa con el frío de la mañana y saber que uno va a la Maratón de Sevilla a disfrutar del sufrimiento es como el soldado que va a la guerra a morir. He entrenado pero sé que voy a sufrir.

Ya metido en el cajón de salida, los últimos 10 minutos son para repasar la estrategia a seguir  que es aguantar todo el ímpetu inicial para retrasar el temido muro lo más posible, recordar todas las sensaciones vividas en estos últimos 3 meses, acordarme de todos aquellos que me han apoyado y por qué no, encomendarme al algún santo que me libre y ayude en la batalla.

Salida y pelos de punta. Aunque salí un poco rápido, poco a poco cogiendo el ritmo marcado, 5:30min/km de velocidad de crucero y a disfrutar de todo, no soy ningún súper atleta. Poco a poco los kilómetros iban cayendo y las sensaciones eran magníficas.  Correr por tu ciudad con el apoyo de la gente es darle un plus de motivación a todo esto. Km 10 sensaciones geniales, seguimos avanzando. Llega el momento de comenzar a suplementar para no desfallecer en el intento; y me salió el tiro por la culata. Los geles de toda la vida, aquello que nunca me hizo daño fueron mis mayores enemigos. Pasé por el km 21 con un subidón por el ritmo que llevaba y las sensaciones, pero empezaban las molestias estomacales. Del km 23 al 30, mi estómago no hizo nada más que ponerme zancadillas por el camino. Decir que no pensé en abandonar es mentir, pero me había visto en situaciones más complicadas, y no me iba a rendir tan fácilmente.  ¡Seguimos a muerte!

Poco pude disfrutar de las buenas sensaciones, de nuevo en el km30 apareció el temido muro, creo que aceleró su llegada todo lo anterior, pero a cabezón no me gana nadie. Un poco a pie y otro caminando para qué engañarnos. Del km 30 al 35 odiaba correr, quería tirar las zapatillas, apagar el pulsómetro y olvidarme de todo aquello, pero una vez entrado en El Parque de Mª Luisa fue cambiando todo, metro a metro, paso a paso, las buenas sensaciones llegaron a las piernas y volví a disfrutar de correr por la ciudad. Puro running por la Plaza de España, centro histórico, Catedral, Alameda.

Los últimos dos kilómetros fueron emocionantes porque ya sabía que lo tenía en la mano. En el túnel de acceso al estadio alguna lagrimilla y el paseo triunfal de los 195 mts en el tartán de los campeones del mundo. La mente estaba junto a aquellos que han estado en este proyecto junto a mí.

Cruzar la línea de meta fue un triunfo y un alivio

Se acabó el sufrimiento, sólo queda la gloria.

Aún no me considero maratoniano, aunque ya hice una, pero sé que me queda poco para ello.

Esa misma noche, con un dolor de piernas maravilloso, ya estaba buscando la próxima que correr; quizás Valencia, quizás  Berlín….. Sueños de Maratón

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Motivación en maratón, hechos empíricamente demostrados

La motivación en toda disciplina deportiva es importante. No todos los días te apetece levantarte a entrenar con la misma alegría, ni subirte a la bici cuando el último día se te atragantó ese puerto, o cuando por más técnica que metes en piscina, no consigues bajar tiempo. Pero, ¿qué entendemos por motivación? Curiosamente hoy estaba haciendo un rodaje largo y he empezado a comprobar los tiempos de pase en determinados puntos de referencia habituales y me he venido arriba al ver lo que marcaba el crono. Esto me ha recordado un artículo que leí hace unos meses y me pareció muy curioso.

Hoy mi reflexión va a tratar de la motivación en forma de puntos de referencia. No nos engañemos, nuestra felicidad no siempre es el resultado de haber terminado un maratón, sino de si hemos cumplido el objetivo que nos habíamos propuesto en la línea de salida, o de la envidia o culpabilidad que podemos sentir porque Pepe haya hecho mejor tiempo que nosotros cuando hemos estado entrenando como auténticos animales. ¿Quién no se ha venido abajo cuando en un carrera en la que pinchas al final te pasa hasta el apuntador y te dice eso de "¡venga chaval, que vas muy bien!"? ¿Y cuando te pasa el globo con el tiempo que tenías pensado hacer y se va alejando poco a poco como un sueño inalcanzable?

Un artículo reciente, Allen, Dechow, Pope y Wu (2013), profesores de las Universidades de Chicago, Berkeley y Southern California, utiliza una muestra enorme de los tiempos obtenidos por 9,5 millones de participantes en gran parte de los maratones populares internacionales disputados desde los años 70. El objetivo, evaluar la importancia que los puntos de referencia pueden tener para la motivación de los individuos y en este caso concreto, para los maratonianos.

Los autores del artículo utilizan los tiempos obtenidos por los corredores para deducir qué les motiva a entrenar y a esforzarse en carrera. El resultado principal del artículo, como puede verse en el siguiente gráfico, es que una gran parte de los tiempos obtenidos se concentran alrededor de números redondos: los famosos sub 3, 4 ó 5 horas (y en una menor medida en intervalos de media hora o incluso de diez minutos). En términos de la distribución de tiempos en el gráfico, se observan picos justo en tiempos inferiores a estos números “redondos”. Nos nos engañemos, ¿quién no ha salido en maratón a por el sub 3 horas, sub 3:15, sub 3:30, etc.?

Tiemposmaraton

La pregunta es, ¿qué pasa cuando vemos que se nos va ese objetivo y que no somos capaces de cumplir la marca que teníamos en nuestra cabeza?  ¿Dónde se va nuestra motivación? No hay más que ver las caídas bruscas que hay en los intervalos siguientes a las 3, 3:30, 4, y 4:30 horas. Podemos decir que existe una “discontinuidad” en la distribución de tiempos entorno a ciertos números redondos.

Si se lo cuentas a tu abuela o a tu madre, o a tus compañeros de trabajo a los que tienes ya completamente abrasados y que esto realmente les importa poco o nada, te dirán ¿Qué más dará correr un maratón en 2 horas 59 minutos que en tres horas y un minuto? ¿Cómo puede un número, redondo pero totalmente arbitrario, tres horas exactas, marcar la frontera entre el éxito y el fracaso? Pues a la vista de estos resultados parece que a los corredores el número redondo les motiva, y mucho. Es como bajar de 40 en diez mil, 40:05 ya es el desastre, la frustración, 39:59 es alcanzar la gloria. Pensándolo bien, los corredores somos realmente complicados de entender, ¿verdad?

Los corredores, además,  regulan su esfuerzo en los dos últimos kilómetros de un maratón en función de si van a conseguir o no un objetivo de un número redondo. Veamos este gráfico que muestra en el ritmo en min/km en un maratón. A partir de las 2h50min, cuando está claro que no se va a conseguir el sub 3 horas, el ritmo decae considerablemente y el único objetivo es llegar a meta.

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Si los datos fueran aún más ricos, podríamos estudiar un comportamiento causado por una motivación aún más interesante: ¡la envidia! Si dispusiéramos de datos sobre qué participantes son parientes, amigos o compañeros de trabajo de quién, podríamos ver si el punto de referencia más importante no es ni el número redondo ni el tiempo que nos clasifica para tal carrera, sino el tiempo realizado en un maratón anterior por alguna persona con la que nos comparamos.

Sea lo que fuera lo que nos motiva a competir, lo cierto es que la mente humana es capaz de grandez hazañas por cumplir objetivos. La lectura que hago yo de todo esto es que si no se consigue el objetivo en una carrera, se conseguirá en otra, seguro. El esfuerzo, la constancia y el trabajo en el deporte siempre tienen su recompensa, eso sí, objetivos reales por favor, que la motivación es muy poderosa pero no es igual que magia.

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-Oye, Filipides. que acabamos de ganar a los persas, tú que haces jogging, échate anda una carrerrilla a Atenas y avisa a las zagalas, que ni se suiciden ni se carguen a los niños, que vamos para allá en un rato.

-Qué? Corriendo? Vosotros estáis locos o qué? Pero habéis mirado el google maps? Que Atenas está a tomar por culo, hombrepordios...

Así debería haber sido la historia en realidad y no la mierda esa de correr no sé cuantos kilómetros y espicharlas al llegar a Atenas. La vida hubiera sido muchísimo más sencilla para la gente que hacemos deporte, y yo no estaría ahora quejándome como un jubilado octogenario de que tengo escocidas axilas e ingles, de que me duelen los isquios lo que no está escrito y que esta noche probablemente me costará dormir dios y ayuda. Nada de eso hubiera pasado.

Lamentablemente Filípides hizo el recorrido de Marathón a Atenas y Pierre de Coubertín -supongo que tras una noche de fiesta, si no no lo entiendo- puso de moda la carrera de marras. Ana Obregón puso de moda las hombreras, y Pierre de Coubertín el maratón, cada uno con lo suyo. Y de la noche a la mañana todos los señores con bigote y pantalón corto, Murakami incluido, empezaron a correr los 42 kms como si no hubiera mañana y ahora no hay ciudad que se precie que tenga, aparte de su carrera solidaria de 10kms (que esa es otra de la que hablar largo y tendido) un maratón con el que atraer a incautos, como ha hecho Oporto este fin de semana conmigo.

Porque asumámoslo: a mí este maratón me sobraba. Muy mucho. Y como los excesos se pagan (salvo si eres Rodrigo Rato, claro), ahora tengo que ponerme serio y hacer un planteamiento para los próximos dos meses de mi vida. Vale de apuntarse a carreras como si no hubiera mañana, por mucho que me guste competir. Ahora que ya estoy más o menos ubicado en Valladolid (a medio camino entre casa de mis padres y casa de mis suegros, sí, pero ubicado) tengo que ponerme firme con el descanso, arreglar L3, ciática e isquio y sobre todo con la dieta. Llegué al IM de Barcelona en 68kgs (ya pasado dos kilos) y el lunes pasado estaba en 72,6. #sinpalabras.

De la carrera de hoy poco que decir. Sí, iba como dominguero (y me cogiste de la mano), pero no a hacer el ridículo, que a la postre es lo que he hecho. El desastre se comenzó a gestar ayer, con el paseo por Oporto a lo guiri. Demasiada caminata y demasiada cuesta. Ya pasó en Florencia el año pasado, así que tenemos una primera conclusión a tener en cuenta para próximas ocasiones: Visita guiada y atletismo, no.

Esta mañana ha amanecido despejado (tras el diluvio universal de la noche) y con temperatura ideal para correr. He desayunado tranquilamente, y hemos salido de casa a las ocho en punto. Teníamos veinte minutos de paseo hasta la salida. Pensaba que estaba más cerca, pero no. Bolsa al guardarropa, foto de rigor, búsqueda de las liebres de 3h45' y al lío. Salida puntual a las nueve en medio de portugueses, cacereños y gallegos, con una rampa de doscientos metros riquísima para empezar. Y yo meándome. Al llegar a Plaça de Boavista, he tenido que parar para evitar males mayores. Me he encontrado bien y he ido adelantando con calma, rondando los 4'52" - 4'55" en cada kilómetro. He adelantando a mis liebres entorno al km 5, y he continuado tirando. Las de 3h30' estaban a unos trescientos metros, más o menos.

Las he dado alcance en el kilómetro quince. Era consciente de que estaba haciendo algún exceso, rozando las 164 pulsaciones en algún momento, y sabiendo que iba a terminar pagándolo, pero aún con ello he seguido. En el km 20 he podido alimentarme (segundo error del fin de semana, me dejé las barritas y los geles en la mesa del apartamento), pero creo que ha sido demasiado tarde: al llegar al avituallamiento del km 25 ya iba con la reserva, y en cuanto he perdido a las liebres, me he dejado ir. De ahí al 30 se iba mascando la tragedia, y justo al salir del túnel de Avda. Gustave Eiffel, al final del puente de Luis I, el isquio izquierdo ha dicho basta. He trotado un par de kilómetros más, siendo consciente de que quedaba una pesadilla de casi diez kilómetros por delante, pero en el 32 no he podido más. Dolor, rabia y frustración a partes iguales.

Y sin poder abandonar, encima, porque no podía llamar a mi hermana (que estaba danzando por la ciudad buscando unos botines) y porque tenía que llegar a meta para recoger mi ropa sí o sí. Así que he tenido que andar a sabiendas de que me quedaba una odisea por delante. He cojeado, parado a estirar, resoplado, pensado en por dónde acortar para llegar a meta lo antes posible (sin recoger la puta medalla, por supuesto), sin conseguirlo.

Me ha adelantado el grupo de 3h45', me ha adelantado el grupo de 4h y me adelantado todo perro pichichi. Ha sido frustrante: querer correr y no tener ni fuerzas ni piernas. En el km 38 (pasadas las cuatro horas) he mandado todo a tomar por culo y he empezado a trotar. El cielo estaba completamente nublado y llevaba quince minutos escuchando truenos. He entrado en meta en 4h21' -lamentable- en el momento en que comenzaba a llover.

He recogido la bolsa del corredor (medalla, botella de vino y camiseta de finisher que no me he ganado), bebido una superbock y recogido mi ropa justo antes de que empezase a diluviar. Me he tapado con un plástico de la organización, mandado (nuevamente) todo a tomar por culo y comenzado a andar camino al apartamento. He podido pillar -calado- un autobús que me ha dejado en Plaza Boavista, aún a media hora de casa.

Así que he llegado a las dos y media tiritando, de mala hostia y con calambres en las piernas. Pero qué coños, me lo he ganado, por descerebrado. Si no hubiera ido a correr este finde, nada de esto hubiera pasado.

Pero insisto: de todo esto se aprende. E igual que aprendí el 27 de noviembre de 2013 con Florencia, aprenderé con este 2 de noviembre de 2014. Voto a Brios.

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Iba a Madrid con una mezcla de respeto y tranquilidad. Respeto por un lado ya que la mayoría de la gente con que había hablado del tema me había comentado que la altimetría no era la más adecuada, que probablemente hiciese demasiado calor; y tranquilidad porque los últimos entrenos estaban yendo muy bien, mejor de lo esperado. A los 30kms de la Cursa de Bombers hay que añadir una tirada el sábado santo en Valladolid de 27kms que hice sin apenas darme cuenta, relajado, controlando pulsaciones.

Por el respeto que me infundía la prueba, me lo había tomado más como "un maratón más" que me sirviese para acumular fondo de cara sobre todo al Ironman 70.3 de Calella. En el planteamiento inicial, teniendo en cuenta que Barcelona fueron 3h30', hacer en Madrid 3h45' me parecía un buen tiempo. Sobretodo no quería sufrir en los kilómetros finales. Ni tenía ganas ni lo veía necesario. La temporada de carrera a pie acababa con esta prueba, los objetivos (mejorar en el #10kms y en el maratón) ya estaban hechos y desgastarme porque sí no venía a cuento.

Así que llegó el domingo. Me desperté a las siete en punto y las sensaciones no eran buenas. Me preocupaban dos cosas: había dormido mal (por razones exógenas, putos vecinos del hotel) y me notaba fatigadas las piernas: el sábado demasiado paseo para recoger el dorsal, más luego compras, más el acumulado de toda la semana de vacaciones en Valladolid.

a tenía preparadas las cosas de la noche anterior, así que me lo tomé con calma. Ritual: plátano, vaso de leche y galletas. Vístete con calma, estate concentrado.. Me planté en Cibeles a las ocho y cuarto. Me sorprendió lo relajada que iba la gente. El inicio del #10kms era a las ocho y media, y a esa hora había muchísima gente que en vez de estar en la línea de salida, iba pululando por los alrededores. "Será el caracter", pensé.

Me metí en mi cajón a menos diez. Se me hacía raro lo de ir yo solo, sin gente del club. Trataba de despejarme, pero sólo era capaz de pensar que había dormido mal y que me quedaban cuarenta y dos kilómetros por delante. Vaya pereza, tú!

Dieron el pistoletazo de salida. Desde el inicio hasta el km 6 la carrera transcurría por Castellana, así que pese a la aglomeración de gente era fácil correr. Me había puesto un objetivo: no subir de Z2 en toda la carrera, lo que suponía no superar las 159ppm. Este primer tramo picaba para arriba, y me sorprendió (y preocupó) que cumplir esta asíntota superior en los dos primeros kilómetros supusiese ir a 5'25" y 5'18" respectivamente. A ese ritmo me iba cerca de las cuatro horas. Supongo de todas maneras que fue el no haber calentado, porque a partir del tres comencé a regular y bajar pulsaciones.

Llegados a las torres KIO la pendiente se equilibraba, y desde Bravo Murillo hasta Nuevos Ministerios tiraba para abajo. Una gozada ese tramo. en el que fui a 150ppm sin inmutarme, rondando los 4'50".

Empezó a gustarme el recorrido. Sí, tenía sus pendientes, pero la verdad es que era amena. Me iba a plantar en el km14 sin apenas haberme enterado. Antes de entrar en República Argentina, una rampa de unos 300mts dura que hasta me pareció divertida, sin perder la base de no subir de 158ppm.

Santa Engracia picaba hacia arriba y se me hizo aburrida. Bajando por San Bernardo, camino de Gran Vía, empecé a ponerme miniobjetivos y darme pequeños premios cada diez o quince kilómetros. Primera barrita energética, escribir un tweet, mirar whatsapp, dar un trago más de agua... Esto me ayudó a plantarme en la entrada del Parque del Oeste casi sin enterarme. Había estabilizado el ritmo de carrera (haciendo la primera media maratón en 1h45'10") e iba muy cómodo. David me dijo por whatsapp que a ese ritmo igualaba la marca de Barcelona, pero yo era consciente de que el segundo tramo de carrera era mucho más duro y que, lógicamente, a partir del 35 o 37 tenía que bajar el ritmo.

Llegamos a la Casa de Campo y noté que perdía fuelle, aunque me di cuenta a posteriori de que era porque el tramo era de subida. Recuperé al salir y empecé a pensar que, si en el 30 estaba yendo tan bien, tan a ritmo y sin cansancio ni físico ni mental, quizás podría intentar incrementar velocidad aún a riesgo de sacrificar pulsaciones, sin saber si los dos o tres últimos kilómetros iban a ser duros. Preferí esperar a llegar al 35. Al fin y al cabo aún quedaba una hora por delante, aunque en mi cabeza me ilusionaba el hecho de haber alcanzado los 30 en 2h30'41", solo tres minutos peor que en Barcelona.

Pasé por el Calderón tocadete, pero ilusionado, enfocando dirección a Parque de Atenas (otra subidita de narices) y a la zona de Pirámides. En ese momento pensé que ya no había más pendientes fuertes, estando como estábamos en la parte alta de la ciudad, y que quedaba Ronda de Atocha, entrada en Castellana, y los tres últimos kilómetros. Decidí apretar, incrementando pulsaciones, creyéndome lo suficientemente bien como para no petar en los últimos kilómetros.

Y así fue. Aceleré en Ronda de Atocha, empezando a adelantar a gente que iba ya en ritmos realmente bajos, entré en Castellana como un tiro y llegamos a Goya. Iba muy cansado, en 170ppm, pero con fuerzas como para apretar. Quedaban tres kilómetros y era una carrera contrarreloj: sin haberlo planteado de inicio, podía hacer MMP. Calculé que si hacía ese tramo final a ritmo de 4'35", podría conseguirlo.

El problema fue que al llegar a Plaza de Marqués de Salamanca me dio un calambre en la pierna izquierda. Me asusté. Nunca me había pasado eso de los famosos calambres. Pese a ello, seguí corriendo y apretando. Estaba un poco desubicado en cuanto a qué distancia exacta quedaba, porque el Garmin me daba unos 400 o 500 metros más, y no había visto la señal de 41. Pasado un minuto o minuto y medio del primer calambre, me volvió a dar otro. Paré en seco, se me encogió el dedo gordo izquierdo e, inmediatamente, el de la pierna derecha. No podía ser. ¡No me quedaba nada para llegar, menos de cinco minutos! Me aparté a la acera derecha y estiré unos diez segundos. Funcionó, ambos dedos se destensaron y pude seguir corriendo. Habría perdido unos quince o veinte segundos.

Intenté apretar y recuperar ritmo, con el miedo en el cuerpo de que volviese a darme.

Pero no fue así. Entré en el Retiro e incluso conseguí alcanzar al grupo de gente con la que iba antes de pararme. Esprinté cuando vi la meta cercana aun a sabiendas de que no mejoraba Barcelona, dado que el Garmin ya marcaba 3h30'. Al cruzar meta, paré exhausto y feliz. Miré el reloj y había terminado en 3h30'32", 23 segundos más que en Barcelona. Dada la altimetría, el cansancio acumulado y el sueño, un éxito.

Solté un grito para liberar tensión. Empezaron a dolerme las piernas de parar en seco. Llamé a @juditizquierdo y se lo comenté a David, Albert, Pablo y Gelo por whatsapp. Luego a Vir y a mis padres. Me apetecía contarlo. Estaba mucho más contento que en Barcelona. Había acabado a tope (la segunda media maratón en 1h45'22", solo 12 segundos más que la primera) y era muy buen síntoma, cara a las próximas competiciones.

Del cómo llegué al hotel, tapado con el plástico y arrastrándome, mejor no cuento nada.

Ni del cocido de después. Aunque de este una foto sí que merece la pena.

 

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Zurich Marató de Barcelona 2014

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Otro maratón al bolsillo. Y la verdad, de todos los hechos, este es en el que más cómodo me he encontrado: los primeros siete kilómetros, hasta llegar al Camp Nou, encontrándome, esquivando gente, zigzagueando y teniendo sensaciones variopintas. De ahí hasta el quince, donde estaba Gelo esperando para saludarme con Mateo, estabilizando ritmo, y de ahí hasta el treinta, disfrutando, fino, muy fino, haciendo algunos kilómetros a 4'40" y sin subir de pulsaciones más allá de 160. Basta decir que mi mejor tiempo en los 30 kms lo tenía en la maratest de Badalona de 2013 en 2h33' y que hoy he pasado por la misma distancia en 2h26'. En ese momento estaba convencido de que podía marcarme un 3h25' al llegar a  mesa.

Al llegar a Diagonal Mar el propio Gelo ha venido a acompañarme -sin mis geles, la madre que le parió :-)- y hemos ido a buen ritmo hasta casi llegar a Marina, adelantando gente que ya venía bajando ritmo con la llegada del famoso muro. Ahí he empezado a notar los cuádriceps cargados, y aunque me notaba bien de respiración y corazón, las piernas empezaban a fallar. He tenido que tirar de cabeza y paciencia y de los ánimos de Gelo, y limitarme a descontar metros.

Ronda Sant Pere ha sido como el punto de inflexión y he tenido algún deseo de parar a andar. Suerte de la presencia de Gelo y de los ánimos de la gente, que en la zona ya abarrotaba los laterales.

Una vez entrados en Paralelo, ya corría por inercia, y controlando reloj. Hacer sub 3h30' era posible pero viendo la evolución, complicado. He tratado de mejorar entre el cuarenta y uno y el cuarenta y dos, pero apenas había fuerzas. Solo quería llegar.

Y al final, he llegado. Tengo la certeza y la tranquilidad de haberlo dado todo porque igual que en anteriores ocasiones he entrado esprintando, hoy he sido incapaz. Lo he intentando, pero no llevaba nada más dentro.

¿El tiempo? 3h30'09". Mejor marca personal.

El mes que viene, Maratón de Madrid. Pero por ahora, a descansar.

Por cierto, enhorabuena a toda la gente del club que hemos estado ahí sufriendo: tanto a los que han logrado acabar, como a los que se han quedado por el camino (habrá más ocasiones, seguro!), y sobre todo gracias a los que nos habéis venido a animar!

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Hay errores que no sueles olvidar y que casi está bien que ocurran. El maratón de Florencia ha traído uno: aprender a desayunar bien antes de competiciones fuertes. Una carrera a la que había llegado perfectamente, bien de piernas y bien de sensaciones, tirada por la borda por un fallo infantil.

Habíamos llegado a Florencia el sábado por la mañana. Tras una comida rápida, las visitas de rigor al David de Miguel Ángel y a la feria del corredor (horrorosa, por cierto) y paseo por el centro de la ciudad, fuimos a cenar: ñoquis, embutido y ensalada, más postre. Bien, los manidos hidratos de carbono y las proteínas. Entramos en un supermercado y compramos leche y barritas de cereales para desayunar yo, y punto. Y nos fuimos a la cama pronto, entorno a las diez; estábamos muy cansados.

Me levanté a las seis de la mañana. Fui dos veces al servicio antes de empezar a vestirme. Bebí unos tragos de leche, y me comí dos barritas. Preparé el dorsal, otras dos barritas de las que traía de Barcelona, los geles, y para la salida, que estaba a veinte minutos andando. Judit se quedó durmiendo en el hotel.

Hacía frío, y yo llevaba camiseta interior larga y encima la del club y cortavientos. Sabía que al final me iba a sobrar, pero como iba solo, preferí esta opción a la de empezar tiritando. En la línea de salida un auténtico descontrol: muchísima gente y pocas puertas de entrada. Al ritmo de afluencia que se está yendo, algún día pasará algo en alguna carrera.

Salida a las nueve en punto. Primeros kilómetros por una vía principal de circunvalación. Estabilizo entorno a los cinco minutos por kilómetro. No voy cómodo, pero tampoco voy mal. Adelanto a la liebre de 3h30'. A partir del kilómetro cinco nos meten en un parque en el que hay que hacer casi diez kilómetros en tres rectas bastante aburridas. Rompo a sudar y empiezo a encontrarme bien, suelto. Bebo agua cada diez minutos, y en el minuto cincuenta me tomo la primera barrita energética.

Llegamos al veinte y voy fino, a ritmo de 4'55" el kilómetro. Entramos en zona de mucho público. De pronto, en una rampa del km 22, tomo conciencia de que aún queda la mitad del recorrido, que nos va a llevar por la zona más aburrida, fuera de la ciudad, y noto que tengo poca energía. Tomo el primer gel pero ya es tarde, en el 26 veo que no tengo fuerzas y que voy a sufrir mucho. Pienso en abandonar, porque mi ritmo está bajando radicalmente:

 

La gente empieza a adelantarme y me deprimo. Quedan doce kilómetros que se me van a hacer eternos. Lo único que no quiero es parar, bajo el ritmo radicalmente, sin preocuparme del tiempo, con la intención de continuar, pero llegados al 36 mis piernas no dan para más y comienzo a andar. Incluso paro a estirar un poco. Siento que estoy fracasando, tan fuerte que venía, con intención de hacer 3h30', y ahora dándome con un canto en los dientes si bajo de las 4h. Me cruzo en el km 39 con Judit. Le digo que voy mal, que la quiero, y que tardaré en llegar al hotel más de lo previsto.

En el 41, ya de bajada, intento subir un poco el ritmo, al fin y al cabo ya solo quedan diez minutos de carrera. Sigue adelantándome gente, pero me da igual: solo quiero llegar al arco de meta. Comienzo a pensar que pese a haber parado, lo importante es acabar, que no lo puede decir todo el mundo, y aprender de la experiencia. Aunque en ese momento pensaba que el problema había radicado en forzar a los 4'50" / 4'55" hablándolo por la noche con Carlos nos dimos cuenta de que no había sido así. En primer lugar el desayuno había sido pobre y me había quedado sin fuerzas mucho antes de lo previsto, de tal manera que los geles apenas me hicieron efecto porque ya iba vacío, y en segundo lugar el entrenamiento del domingo anterior me había cargado las piernas más de lo debido.

Errores infantiles de los que hay que aprender, sin duda.

Acabo al final en 3h56', tres minutos peor que en Barcelona 2013. Habrá que esperar hasta marzo de 2014 para intentarlo de nuevo.

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